Allá cuando tenía catorce años, cuando mi alma aprendía a balbucear las primeras sílabas del amar, cayeron en mis manos estos versos, probablemente en la carta de una amada, copiadas de "Viento", un libro de un poeta callejero. Estas palabras quedaron grabadas en la memoria de mis células y despiertan gozosas cada vez que despierto a la intemperie:
para extasiarme con la tonada de los pájaros,
para comulgar con el Sol,
con el viento, con la lluvia,
para sentir todo el enigma de la noche
En medio de esta sinfonía vital de los sentidos
permanezco atento,
libre y despreocupado, lejano y presente.
Corro, salto, canto, … pienso …
Todo el paisaje circula por mis venas
y toda la fuerza de mi sensibilidad
galopa tiempo adentro de las piedras, de las flores,
de la inmensurable comunión de lo indecible
Ella,
la Naturaleza
sabe que soy su fiel amante
y me abraza con el balsámico aliento,
regalándome la bulliciosa salud de la alegría
… y ahora que vuelvo a la ciudad
con la piel impregnada de bosques y vivencias
con la mochila saturada de estrellas,
traigo (cual golondrinas del alma)
voces salvajes
que rompen las cadenas
…y estoy aquí para darme … porque …
¿Qué sería de este sentir paradisiaco
y de este concierto espontáneo de las células
si no me diese enamorado e indómito
a la gente que amo?
E.J. Malinowski
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