Una parte de mí desea,
mi Circe querida,
la de las lindas trenzas,
perderse en la isla de Eea:
beber de tu copa,
tragarme el banquete
preparado con tanto cariño;
dejarme transformar en cerdo
o en cualquier otra bestia,
y dejar salir mi ser animal,
precisamente aquel más sucio y salvaje;
desoír el sabio consejo de Hermes,
derramar su pócima de moly,
dejarme caer inocente
ante el hechizo de tu canto envolvente,
perderme en tu laberinto de canela,
y quedarme un tiempo varado en tu playa,
olvidando un poco cada día
aquello que fui y aquello que amé.
Una parte de mí desea
renunciar al trono de Ítaca,
fugarse por un instante de esta jaula dorada,
perderme en cada uno de tus misterios,
viajar contigo a cada mágico rincón isleño,
aprender las artes circenses
transgrediendo
límites propios y ajenos
volverme y volvernos uno
con la pulsión vital de Eros.
Una parte de mí desea disociarse
y olvidar a todas las demás
pero especialmente a Wendy,
a Penélope, a Medusa,
y a la Bella durmiente,
para hacerse una contigo,
soltar riendas y estribos,
y yacer al fin en tu lecho ardiente.
Una parte de mí desea
tomar tu mano en silencio
e invitarte sin palabras a jugar libre
ese juego sin ego, sagrado y secreto
del eterno presente
sin pasado ni futuro
sin culpa, sin miedo y sin vergüenza,
sin expectativas ni explicaciones,
sin conciencia ni consecuencias.
Una parte de mí
desea llorar en tu hombro
las heridas calladas de Troya,
hundirme en cada hendidura de tu cuerpo,
fundirme y atravesar cada poro de tu piel,
abandonarme en tus brazos,
sentirme envuelto para siempre
por el candor de tu abrazo,
sintiendo el pulso en tu pecho turgente
y diluirme en el magma de tu vientre.
Una parte de mí
tiembla de susto
aterrada ante el abismo
del miedo a perderlo todo,
ese vértigo sentido
ante el vacío sinsentido
reflejado ante el espejo
que proyecta mi propio deseo.
Una parte de mí
desea morir en tí
enterrado en el frenesí
de jadeos, gemidos,
gruñidos, mordiscos,
y suspiros sin censura.
Una parte de mi desea
pedirle consejo a tu oráculo.
Una parte de mi
no desea jamás escuchártelo.
Un parte de mí desea
detener el tiempo
disolver los minutos
derretir los relojes
quemar cada hoja del calendario
Y aunque sea por un momento,
despojarse de máscaras
de yelmos y armaduras,
desnudarse de cáscaras
y gritar esta loca cordura al viento.
Una parte de mí
siente una reprimida tensión contenida
a punto de hacer explosión
esperando que algún día
seas tú la chispa que prenda la mecha
que desencadene la fantasía.
Una parte de mí desea llegar a acuerdos sanos.
Otra parte de mí, se resistirá siempre a cumplirlos.
Una parte de mí desea cuidarte.
Otra, devorarte y también ser devorado.
Todas estas partes son parte de mí,
y no soy ninguna de ellas, sino todas,
las que escucho y las que acallo.
¿Será posible un día en el infinito
llegar lo suficientemente lejos
para atravesar las fronteras del deber
y dejarnos atravesar
entregados al deseo y
al placer?
Y tal vez lo más inquietante,
¿Será evitable este destino
cuando llegue su momento?
¿Tendrá vuelta atrás ese camino?
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