Sentí un zumbido al despertar,
de los dioses mensajero,
abrí los ojos y al mirar
entre la tierra y el cielo
las alas del colibrí vibrar
en la libertad del vuelo,
sentí mi corazón palpitar
ante el futuro venidero.
Aquella visita fugaz
fue un placer verdadero
que de la pena hizo brotar
un cariño duradero.
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