No eres tú ni tu esencia.
Son las sombras proyectadas
del inconsciente colectivo
sobre la pantalla
de aquello tan esquivo
que provoca tu presencia.
Es el patrón recurrente
del chivo expiatorio
que ya vivieron
la Magdalena, Judas
y el mismo Cristo
hasta el presente.
Es la inconsciencia
de la gente
frente a la auténtica presencia
del cuerpo que habitas
que a a su paso,
siembra vientos,
despierta huracanes,
cosecha tempestades,
refleja penumbras,
aviva fuegos
que al mismo tiempo
me queman y me alumbran,
me muestra vacíos
que me completan,
me lleva a navíos
que me naufragan
en un oleaje de espuma
que me despierta
en la confusa resaca
de una isla desierta.
No es por ti,
sino por lo que representas
en lo profundo
de lo interior
de mi mundo,
poblado de símbolos
plagado de sombras,
en las que naufragué mil veces
en las que mil veces fui
náufrago y naufragio,
pirata y filibustero,
caballero y bandido
galán y embustero,
amante y marido.
No es por ti
sino por este profundoscuro
deseo que me habita,
que en tus aguas
me he hundido,
y me he ahogado
y también sanado,
porque en ti fui
funeral y bautismo,
muerto y renacido,
en ese bendito abismo
de la comunión corporal
más allá del placer y la culpa,
en ese paraíso ardiente
donde ya no quedan
miedos ni vergüenzas.
sino solo un solo cuerpo,
inerte pero latente.
En el mar de tus heridas,
navego.
En el anhelo de ser vista,
te veo.
En el dolor del abandono,
te acojo.
En el miedo al rechazo,
te acepto.
En la ansiedad del no saber,
te escucho.
En la angustia de no ser suficiente
te devoro...
y quedo más que satisfecho.
No eres tú ni soy yo.
Somos tú y yo
atravesados por
la fuerza mayor del deseo.