Cuando llegó el momento de vivir,
sentí que solo quería morir.
Así que me puse a dormir,
para no tener que vivir.
Pero dormir me permitió soñar.
El anhelo de capturar los sueños
que soñaba entredormido
despertaron mis ganas de dibujar,
y los dibujos que soñaba despierto
encendieron mis ganas de escribir.
Y al darme cuenta de que tenía
tanto que soñar,
tanto que dibujar,
tanto que escribir,
me di cuenta
de que tenía toda una vida
que vivir antes de morir.