Ayer, durante el Curso Maestro de Ecoaldeas y Comunidades Resilientes, en el que participo como docente en los módulos de Liderazgo Participativo y Economía Regenerativa, el experto alemán Holger Hieronimi desde la Granja Tierramor en Eranguarícaro, Michoacán, México, nos dijo:
Como alemán bastante racional, también me doy cuenta de esta necesidad que tengo como ser humano de desarrollar mi propia espiritualidad. Para mí empezó al tocar la tierra. Tocar la tierra es un buen inicio. Simplemente tocar el suelo. Ver el suelo, cómo se transforma. Darse cuenta de que en esta interfaz entre el Cielo y la Tierra hay más microorganismos que humanos sobre el planeta. En una manita de esto hay más vida que seres humanos en la Tierra.
Este trabajo de cómo podemos convertir un suelo estéril en un suelo fértil. Y por qué no hablar de la composta que tenemos que hacer. Yo creo que hacer la composta es uno de los trabajos más espirituales que podemos hacer. Es literalmente transformar la basura de esta sociedad de crecimiento industrial a través de un proceso de aireación. Es también cómo transformar toda esta mucre, la basura con los desechos que ha dejado en mi propia alma, en un abono que pueda nutrir las plantas, y que puede retroalimentar este proceso.
Caminos espirituales hay muchos. Observar cómo son estos ciclos de crecimiento, clímax y transición, ruptura y decrecimiento. Me invita a observarme en qué momento estoy yo. En qué momento está la naturaleza. Ahí es importante saber donde está, para realizar una acción aterrizada. Se trata por tanto de una espiritualidad aterrizada, una espiritualidad de la tierra. No una espiritualidad desconectadas, que de estas hay muchas y ese es un peligro constante.
Durante siglos los alquimistas buscaron la piedra filosofal para transformar el plomo en oro. La antigua alquimia en su dimensión material sentó las bases para la actual ciencia de la química. En su dimensión espiritual inspiró futuros desarrollos de la psicología como el concepto de individuación propuesto por Carl Gustav Jung.
Inspirado por estas reflexiones de Holger, tomando la alquimia como metáfora, podríamos decir que en la actualidad, en esta era geológica del Antropoceno en la que nos encontramos, el plomo podría representar a los residuos orgánicos. El oro, podría representar el abono para nutrir un suelo fértil. Y por tanto, el compost podría ser la verdadera piedra filosofal olvidada en nuestro jardín. Y el compostaje, la más actual y ecológica expresión de la alquimia y de evolución espiritual: aquella que permite transformar los patrones lineales de una economía degenerativa en ciclos circulares en una economía regenerativa.
"El alquimista hablando con la Naturaleza"
(Jean Perreal)
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