sábado, 26 de septiembre de 2020

Reciprocidad en el principio de Solidaridad intergeneracional ante la Pandemia

¿Por qué nuestra generación está dispuesta a renunciar a su estilo de vida para salvar a nuestros abuelos de la pandemia, pero no lo hacía para salvar a nuestros hijos o nietos frente a la amenaza contundente del cambio climático?


Por Alejandra Vásquez y Pablo Villoch 

El Informe Brundtland (1987) define el desarrollo sostenible como aquel que trata de satisfacer las necesidades de la actual generación, sin poner en riesgo la satisfacción de las mismas a las generaciones futuras. En 1992 en la Cumbre de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo se formulan 27 principios básicos sobre el desarrollo sostenible.

En dicha definición subyace un principio de solidaridad y equidad intergeneracional, entendiendo que las futuras generaciones tienen el derecho a una herencia adecuada que les permita un nivel de vida no menor al de la generación actual (Heywood & Watson 1995). La equidad intergeneracional puede entenderse como la responsabilidad de cada generación de dejar a las nuevas generaciones una herencia de riquezas que no sea menos que lo que ellas mismas heredaron. Por tanto, la generación actual tiene la responsabilidad de administrar el cuidado de los recursos naturales para las nuevas generaciones

En la actualidad nos vemos expuestos a un cambio climático abrupto, donde la liberación de gases de efecto invernadero, particularmente CO2, nos coloca en una situación de crisis climática, frente a la cual es necesaria una reducción per cápita sin precedentes de CO2, en particular de la emisión de estos gases por parte de países desarrollados. 

Desde marzo de este año 2020, millones de personas en todo el planeta, nos encontramos - en forma obligatoria o voluntaria- dentro de casa debido a la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, para evitar el contagio y prevenir el colapso de los sistemas de salud.

Dado que este virus afecta de modo más grave a mayores de 60 años, esta crisis sanitaria nos está haciendo experimentar en carne propia el principio de la solidaridad intergeneracional. Las generaciones más jóvenes, que corren menor riesgo, han demostrado que están dispuestas a renunciar a su “libertad de salir”, y en general, a modificar radicalmente su estilo de vida, con el fin de proteger la vida de las generaciones de mayor edad.

Nace entonces una pregunta espontánea: ¿Por qué tarda en activarse la misma solidaridad intergeneracional conociendo la emergencia climática que está mermando con los recursos naturales para las generaciones futuras? o más directamente, ¿por qué nuestra generación está dispuesta a renunciar a su estilo de vida para salvar a nuestros abuelos de la pandemia, pero no lo hacía para salvar a nuestros hijos o nietos frente a la amenaza contundente del cambio climático?

Recientes estudios sobre reciprocidad y generosidad (Delton, et al 2011) mencionan que el comportamiento humano en todas las culturas conocidas está densamente interrelacionado por redes de reciprocidad o intercambio (para usar los términos de biólogos y economistas, respectivamente).  En las últimas dos décadas hay evidencia experimental y neurocientífica que respalda la hipótesis de que el modo en que tomamos decisiones se manifiesta por una especialización cognitiva y motivacional, los seres humanos castigamos a aquellos que no cooperan y generamos un sentimiento punitivo hacia los no cooperadores. 

Una de las respuesta que podemos dar es debida a nuestro sesgo cognitivo, nuestra “miopía cortoplacista” de mirar en menos el daño futuro que estamos haciendo hoy a las nuevas y futuras generaciones del largo plazo.

Este sesgo cognitivo llamado descuento hiperbólico, que en los últimos años, psicólogos, economistas y neurocientíficos han descrito como el comportamiento humano que nos lleva a tomar decisiones hoy como si el futuro fuera lejano o no existiera. En los estudios de la neurociencia (McClure et al 2004) descubrieron que en nuestro cerebro hay dos sistemas separados que están involucrados en tales decisiones, las partes del sistema límbico están asociadas a obtener recompensas disponibles en modo inmediato, activando un comportamiento de tipo impulsivo que se resume en la frase: “Más vale pájaro en mano que ciento (o cien) volando”. En contraste, existen regiones de la corteza prefrontal y parietal posterior que están unidas y nos llevan a tomar elecciones intertemporales, independientemente de la demora. 

Apelemos a nuestra capacidad innata de seres cooperadores. Ha sido la colaboración a múltiples escalas lo que nos ha permitido evolucionar como especie. Llegó el momento de fortalecer nuestras elecciones presentes, creando conexiones neuronales y afectivas de largo plazo, que se manifiesten en la incorporación de hábitos sostenibles que transformen nuestros sistemas de producción y consumo, mecanismos que contribuyan a crear desde hoy un futuro un bienestar para las generaciones futuras. 


Bibliografía

  • Delton AW, Krasnow MM, Cosmides L, Tooby J (2011) Evolution of direct reciprocity under uncertainty can explain human generosity in one-shot encounters. Proc Natl Acad Sci USA 108(32):13335–13340

  • Hardin G (1968) The tragedy of the commons. Science 162:1243–1248

  • Heywood, V. H., & Watson, R. T. (1995). Global biodiversity assessment (Vol. 1140). Cambridge: Cambridge university press.

  • McClure, S. M., Laibson, D. I., Loewenstein, G., & Cohen, J. D. (2004). Separate neural systems value immediate and delayed monetary rewards. Science, 306(5695), 503-507.

  • Nowak, M., & Highfield, R. (2011). Supercooperators: Altruism, evolution, and why we need each other to succeed. Simon and Schuster.

  • https://www.sosteniblepedia.org/index.php?title=Equidad_intergeneracional

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