“No puedo
respirar”
dijo George Floyd
cuando la rodilla del policía le oprimía las vías respiratorias en Minneapolis
durante ocho minutos y cuarenta y seis segundos.
“No puedo
respirar”
dicen los millones
de personas contagiadas por el Coronavirus SARS-CoV-2 en todo el mundo.
“No puedo respirar”
dijo el
murciélago o el pangolín enjaulado cuando fue vendido en el mercado de Wuhan.
“No puedo
respirar”
dice la madre agotada por las labores de la crianza, el cuidado del hogar y el teletrabajo.
“No puedo
respirar”
dice un niño
brasileño en una favela militarizada.
“No puedo
respirar”
dice la ballena
varada en una playa de la Patagonia.
“No puedo
respirar”
dice el campesino
asediado por la sequía.
“No puedo
respirar”
dice el salmón hacinado
en su jaula en las aguas frías de un fiordo.
“No puedo respirar”
dice el coral
afectado por la acidificación del océano.
“No puedo
respirar”
dice el colibrí
cansado de respirar el smog de la ciudad.
“No puedo respirar”
dice el joven microtraficante enganchado al policonsumo.
“No puedo respirar”
dice el sauce secándose a orillas del río seco por la represa de aguas arriba.
“No puedo
respirar”
dice el profesor a
tiempo parcial explotado por la universidad que lucra con su saber.
“No puedo
respirar”
dice el
estudiante encapuchado envuelto en gas lacrimógeno.
“No puedo
respirar”
dice el
carabinero encerrado en el guanaco zarandeado.
“No puedo
respirar”
dice la mujer que
limpia los baños del edificio.
“No puedo
respirar”
dice el obrero
apretado en el metro.
“No puedo
respirar”
dice el glaciar cubierto
de polvo por la actividad minera.
“No puedo respirar”
dice el padre de familia angustiado por no poder llegar a fin de mes.
“No puedo
respirar”
dicen los niños que
viven junto a la termoeléctrica, en una de tantas zonas de sacrificio.
“No puedo respirar”
dice el tapir que
escapa de la Amazonia en llamas.
“No puedo
respirar”
dice la araucaria
sagrada al pewenche que la cuida
“No puedo respirar”
dice el koala con
su pelaje quemado.
“No puedo respirar”
dice el bombero
que apaga el incendio provocado por el ganadero.
“No puedo respirar”
dice la vaca en
el matadero.
“No puedo
respirar”
dice la mujer confinada
junto a su maltratador.
“No puedo
respirar”
dice el delfin atrapado en la red de pesca de arrastre.
"No puedo respirar”
dice el preso hacinado
en la celda.
“No puedo
respirar”
dice el funcionario hastiado de su rutinario trabajo y de su jefe.
“No puedo
respirar”
dice la víctima
del abuso.
"No puedo respirar"
dice la abuelita con una pensión miserable que no le alcanza para vivir dignamente.
“No puedo
respirar”
dice la niña
esclava bengalí, cosiendo prendas de vestir para la moda rápida.
“No puedo
respirar”
dice el refugiado
en el campo de refugiados en el desierto del destierro.
“No puedo respirar”
dice la mujer migrante víctima de trata.
"No puedo respirar"
dice el emprendedor auto-explotado.
“No puedo
respirar”
dice la Madre
Tierra.
“No puedo respirar”
dice el futuro,
la humanidad, la esperanza.
“No puedo
respirar”.
Signo de los
tiempos.
Grito del alma del mundo oprimida.
Clamor por la vida
convertido en cántico de protesta.
Epitafio planetario
grabado en la memoria.