sábado, 7 de marzo de 2020

Volver a casa

(Escrito durante una caminata en la Reserva Nacional Coyhaique,
en mi último viaje antes de la pandemia)



Ñirres, lengas, coigües,
especies pioneras,
pinos negros y blancos y abetos
conviven en la reserva
como en Coyhaique
conviven colonos y afuerinos,
los nacidosycriados,
los venidosyquedados.



El leve crujir de las lengas al viento
el agudo graznido del peuco
el lejano cántico del chucao
la presencia invisible del puma.


Familias de colihues
troncos caídos
de los antaño coihues
transformándose en suelo
por la acción de hongos,
musgos y líquenes



Volver a la naturaleza
es volver a casa.
Volver al silencio
es volver a casa.

Acallar la mente
para que exprese el alma
lo que en verdad siente
es volver a casa.



Permitirme llorar
entregándome a un árbol
sentirme sostenido
acogido, contenido,
acariciado
por la piel arrugada
de su corteza agrietada…
es volver a casa.



Es volver al pecho
grande y duro
inabarcable
del Padre bueno
que me perdona
y me abraza.

Sentirme de nuevo hijo,
hijo pródigo perdonado
Recibir la ternura infinita
con lágrimas de alivio
y alegría.


Sentir en silencio
el misterio impenetrable
del coihue milenario.



Darme cuenta
de la añoranza
de mi padre,
nuestros almuerzos
y conversaciones
su silenciosa compañía
su presencia ausente,
su ausencia tan presente.


El misterio impenetrable
de los silencios de mi padre.

Viajar a veces tan lejos,
hasta el fin del mundo,
es volver a casa,
para darse cuenta
del deseo de volver a casa.



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