jueves, 31 de diciembre de 2020

Adiós 2020

2020 fue un año que empezó con especial intensidad. Se llevó muchas vidas en todo el mundo. Nos enseñó muchas cosas. Tuvimos que aprender muchas otras. Pero sobre todo nos trajo la conciencia de lo interconectados que estamos con la trama de la vida, y la importancia de cuidarnos entre todos y colaborar para cuidar la vida. Como ya es tradición en este blog, algo que he convertido en un hábito, casi un ritual, es relatar algunas de mis actividades más relevantes del año, mes a mes.

Enero

  • La primera actividad del año fue el Encuentro Nacional de Vinculación Social ENVIS, convocado por Balloon Latam en la localidad de Aquelarre, junto al Lago Vichuquén, en la región del Maule. Participamos junto con mi socia y directora comercial de Glocalminds, Fran Mazzo. Allá nos encontramos con cientos de agentes de cambio de todo el país y por medio de metodologías de conversación participativas, basadas en la lógica de los encuentros 3xi, conversamos en varias instancias de diálogo.



  • Participé en dos encuentros en ENAC y el Arzobispado de Santiago, y cofacilité uno de los primeros encuentros del grupo Economía de Francisco,  que reúne a un conjunto de profesionales que resonaron con la convocatoria del Papa Francisco a un encuentro de economistas y emprendedores en Asís. Si bien el encuentro de Asís fue primero pospuesto y después adaptado a un contexto virtual, se fue tejiendo una comunidad de personas comprometidas con la construcción de una economía más justa, solidaria, fraterna y regenerativa.
  • Junto con mi compañera Constanza Donoso, cofacilitamos un taller participativo con representantes de asociaciones de regantes y canalistas para recabar información fundamental para la elaboración del primer Plan de Riego de la Región Metropolitana, convocado por la Comisión Nacional de Riego (CNR) con el apoyo de la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático.



  • Participé en calidad de socio institucional en la Jornada de Planificación de la Red Campus Sustentable en el campus Pucón de la Universidad de la Frontera

  • Asistí con mi familia a un concierto de Los Jaivas en el estacionamiento del Plaza Norte, cerca de nuestra casa.


Febrero

  • En Santiago, recibimos la visita de nuestro querido Manuel Manga, fundador del Instituto de Liderazgo Evolutivo con quien pasamos una agradable tarde de conversaciones.
  • Pasé unos días en familia en Chillepín, en el valle del Choapa, y otros días en la playa en Guanaqueros, en la región de Coquimbo. Visitamos el Parque Nacional Fray Jorge.


Marzo

  • Viajé a la Patagonia para facilitar una jornada de team coaching en el Parque Nacional Cerro Castillo, acompañando al equipo impulsor de un inspirador proyecto asociativo de Cicloturismo en la Carretera Austral, en el que participaron los emprendedores y emprendedoras de Camping Laguna Chiguay, Experiencia Austral, Huella Patagónica Hostel y Pedalea Cicloaustral. Al día siguiente, hice un trekking por el día en la Reserva Nacional Coyhaique, donde escribí el terapoema "Volver a casa". Aquel fue mi último viaje antes de la Pandemia.

  • Con mi socia Josefina Maturana, cofacilitamos un encuentro para emprendedores del campo de la innovación educativa en el HUB Mustakis. Aquel fue el último taller presencial antes de la pandemia.
  • Ante la llegada de los primeros casos de Covid-19 a Chile, comenzamos a recluirnos en casa e iniciamos un proceso de adaptación a la nueva realidad, marcada por las cuarentenas y el toque de queda.
Abril

  • Invitado por Citizenlab, expuse en mi primer webinar sobre Participación Digital, junto a Andrea Sanhueza y Pablo Valenzuela, expertos en participación ciudadana.

Mayo

  • En colaboración con Harvest Moon Consultants de Canadá y Pataleta de Colombia, cofacilitamos, con Rowan, Karen y Josefina, un proceso online de construcción de Comunidad de Práctica y aprendizaje de profesionales del área de Relaciones Comunitarias de Teck en Canadá, México, Perú y Chile.

Junio

  • En conjunto con mi socio Mauricio y con Constanza, desde Glocalminds acompañamos un proceso de reflexión estratégica al equipo multicultural de profesionales líderes de Responsabilidad Social de los bancos del Grupo Iberoamericano de Fomento en España, Ecuador, Venezuela, Guatemala, Perú y Estados Unidos.


Julio
  • Me entrevistaron para el Instituto de Formación Fondacio Américas en mi primer Instalive.
  • A pesar de haber tenido reservados pasajes con mucha antelación para viajar a España en familia, tuvimos que suspender el viaje debido a las condiciones sanitarias.

Agosto

  • Comencé el segundo semestre con las clases online del programa de Liderazgo Estratégico y Manejo de Conflictos de la Carrera de Administración en Ecoturismo en la Facultad de Ciencias de la Vida en la Universidad Andrés Bello.



Septiembre

Octubre

  • Fui parte del equipo docente de dos módulos del Curso Maestro de Ecoaldeas y Comunidades Resilientes: El módulo de Liderazgo Participativo e inteligencia colectiva con mis compañeras de la comunidad latinoamericana de Art of Hosting, Jennifer Trujillo, Cecilia Soriano y Andrea Muñoz; y el módulo de Economía Regenerativa y Dragon Dreaming con mi compañero en IncubaR Ronald Sistek.


Noviembre

  • Impartí un webinar sobre Regeneración para académicos de la Universidad de Los Lagos en el contexto de la celebración de su Semana de la Sustentabilidad.
  • También fui invitado por Alejandra Vásquez a impartir una clase en línea sobre Economía Regenerativa para académicos de la Universidad Mayor. Con ella, escribimos un artículo que ha sido publicado en Diario Sustentable y El Quinto Poder.
  • Me inscribí y participé en el curso de Pensamiento Junguiano impartido por el Colectivo Animus y el curso de Conflictosofía, impartido por Juan Pablo Albornoz, Pía Bustos y Carol Zahner.

Diciembre

  • Junto con Rayen, Claudia, Alberto de glocal y la profesora Javiera Espinoza, y el equipo de Fundación Hualo con Christopher Rebolledo y Nicolás Sánchez, guiamos el viaje de aprendizaje con nuestros estudiantes del programa de Liderazgo Estratégico y Manejo de Conflictos de la carrera de Administración en Ecoturismo de la UNAB en el  Parque Cordillera Los Quemados en el Cajón del Achibueno, en la comuna de Linares, Región del Maule. Allí escribí las "Cuartetas de Achibueno".

  • A raíz de que le regalaron una guitarra a mi hijo por su décimo cumpleaños, volví a tocar la guitarra, y desempolvé canciones que no tocaba desde los noventa.
  • Firmamos ante notario para la constitución de la Fundación Glocalminds
  • Para el 2021 no tengo programados más viajes por el momento. Seguramente estaré trabajando en dos proyectos relacionados con Acuerdos hídricos de Cuencas con la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, continuaré con el programa Mingamar y con las clases en la UDD, UC, UAI y UNAB. 

Para facilitar la lectura de los resúmenes de años anteriores, aquí comparto los enlaces directos


sábado, 19 de diciembre de 2020

Carta a un ladrón


Estimado desconocido.

No te conozco todavía, pero aún espero algún día poder mirarte a los ojos para poder leerte esta carta. No sé tu edad, ni tu origen, ni tu historia y me encantaría escucharla. Me imagino que debes estar en una situación extrema para dedicarte a lo que te dedicas. Los testigos que te vieron correr y escapar por las escaleras dicen que eras un hombre joven blanco.

Puedo imaginar que vigilabas a mi madre desde hacía días, que monitoreabas sus horarios de entrada y salida, que sabías que es una mujer anciana, que vive sola. Tal vez incluso conoces la frecuencia con la que sale de compras. Sabías a qué piso subir, qué puerta forzar, y la ubicación exacta de su dormitorio, puesto fue fuiste directamente allá, sin explorar las otras habitaciones. Era un blanco fácil. No había ni conserje ni cámaras en el edificio. Es un barrio tranquilo y seguro. O lo era, hasta que llegaste.

No te llevaste más que unas joyas de poco valor. No había mucho más que llevarse. Pero ¿sabes?... lo material no importa. A lo más, unos cajones revueltos y una cerradura forzada. Después, los trámites de la denuncia y el seguro.

Lo que más me duele es que, en plena pandemia, a pocos días de Navidad, vulneraste el hogar de una mujer de ochenta y tres años que nunca le ha hecho mal a nadie. Una mujer dulce, siempre sonriente, siempre servicial, cariñosa, un ángel para todos quienes la conocen. Una mujer comprometida con sus amigas, generosa y desprendida, empática, siempre disponible y dispuesta para escuchar y apoyar a quién lo necesite. Quizá, en otro momento, si hubieras llamado a la puerta, te habría recibido, ella misma te habría cocinado unas croquetas, o una rica tortilla de patata, o preparado un delicioso postre de chocolate, que le encanta.

Pero tal vez tú no tuviste una madre como ella. Tal vez ni siquiera una abuela. ¿Quién sabe? Tal vez no tuviste la oportunidad de estudiar. O tal vez sí, y la vida de ha pegado duro.  Especialmente en en este año de mierda, que nos ha pegado duro a todos. No lo sé. No soy quién para decirte que dejes de robar. No soy quién para pedirte que te busques un trabajo honrado, porque sé que la situación está difícil.  Pero sí soy quién para decirte que con mi Madre no te metas. Ella no se merece esto. Ella merece disfrutar sus últimos años en paz, en calma, en tranquilidad, ver sus series, cuchichear con sus amigas, pedalear hasta que su rodilla se lo permita, reír las gracias de sus nietos, declamar sus poesías, escribir sus memorias, contar orgullosa las anécdotas de sus cuatro hijos una y otra vez... Ella merece brillar hasta el último día de su vida.

Un cordial saludo.


El hijo de la última señora a quien robaste.


jueves, 10 de diciembre de 2020

Cuartetas de Achibueno

Cuentan que vino un chucao

a susurrarme al oído

que de to'o Chile han viaja'o

pa' conocer  este río.


Un profesor de Bilbao

que trae un gran poderío,

un equipo empodera'o

y afina'o como el pitío.


Tras tantos meses encerra'os

por ese virus cochino,

Blackboard nos tiene cansa'os

al terreno hemos veni'o.


Del bus se vienen bajando

con sus botas y mochilas,

A Achibueno van llegando,

con cariño y alegría. 


Ya sus carpas van armando,

pa' cuidarnos entre todos

en to' momento aplicando

protocolo y mascarillas.


Las Riberas de Achibueno,

al centro de Pejerrey,

el camping del caballero

los recibe como un rey.


A la mañana siguiente

bajo el Sol caminaron,

entrevistando a la gente,

pero pocos los pescaron.


Para abrir  todas sus mentes 

suspendieron los prejuicios,

abrieron sus corazones,

pero sin perder el juicio.


Por la tarde conversaron

mezclándose entre las mesas

compartieron lo escuchado,

pa' sacar lecciones frescas.


Con historias y risitas

el Mapeo colectivo,

con dibujos y flechitas

fue bien participativo.


Actores territoriales,

organizaciones varias

conflictos socioambientales,

tensiones comunitarias.


En Los Hualles escucharon 

las voces de los vecinos

y en la tarde interpretaron

personajes con gran tino.


Abrieron los corazones

sentados en la pecera,

cayeron los lagrimones

¡qué emotiva la lesera!


Justo después de aquello,

llegó la profe Javiera.

¡No le tengan tanto miedo

que es buena profe Javiera!


Con chupallas a caballo,

con arrieros se cruzaron,

después del canto del gallo,

a Monteoscuro llegaron.


Todo el día caminaron

cargando con las mochilas

en equipo superaron

los dolores de rodilla.


Al fin el río cruzaron,

en agua sus pies mojaron.

Esperaba al otro lado

la Puebla de Los Quemados.


Tras un tiempo de descanso

jugaron varios juegos

pa' aprender de liderazgo:

aire agua tierra y fuego.


En un círculo supieron

de un terrible gran proyecto

y una gran rabia sintieron

antes del lindo trayecto.


A los pozones llegaron,

con coraje y valentía,

frío y miedo superaron,

lanzándose al agua fría.


La cámara se perdió,

en equipo la buscaron.

Bajo una piedra se hundió

con gran tesón la encontraron.


Tras celebrar el hallazgo,

a la cascada subieron

con fuego del liderazgo

las ánimas descubrieron.


A la pradera llegaron

y en la sombra almorzaron. 

Una gran siesta durmieron

con música despertaron


Acción y reacción jugaron

Generaciones Futuras,

Binomio Fantástico,

Silencio pa' la pregunta.


Con el dueño conversaron,

su testimonio escucharon,

los mosquitos los picaron

y al final de allá bajaron.


Aquella noche cansados,

cuerpos de hombres y mujeres

junto al fuego inspirados

en Consejo de los Seres


En el gran día del aire

hubo un gran Espacio Abierto

pa' demostrar sus talentos

y hasta hablaron de sus muertos.


Yoga, lucha, fotografía,

proceso constituyente,

círculos de  mujeres 

todo se vuelve  posible

al tocar la campanilla.


Del cajón vienen bajando,

mucha basura limpiando,

a los arrieros cantando,

esto se va terminando


Ya, dejen acá sus mañas

a la Gestión del Destino

que hoy dormirán en cabañas

con Alan y con Sandrino.

domingo, 29 de noviembre de 2020

Apología de lo salvaje


 


Reconozcámoslo...

¿No sería más rico volver
 a ser animales de nuevo?
¿Liberarnos de esta cultura,
que nuestra alma oprime
y nuestro instinto reprime?

¿No sería más fácil
sin control entregarnos
al placer y a la vida, 
dejándonos llevar 
por los impulsos naturales, 
tan vitales como sutiles?

¿No sería genial
aunque fuera por un día 
vivir sin jefes ni reglas, 
sin normas, sin leyes,
ni metas ni horarios,
sin tanta estructura?

Imagina tan solo
el poder de sentir 
tu cuerpo desnudo
libre en la natura,
comiendo al fin
del árbol prohibido 
la fruta madura.

Imagina vivir 
sn pasado ni futuro,
sin miedo,
sin expectativas,
sin culpa 
sin vergüenza
tan solo el amplio presente 
para comer, beber,
amar y soñar.

Si nos somete la cultura
que nos salve la natura!

domingo, 8 de noviembre de 2020

Gazte Makaldia



El Club de Tiempo Libre Gazte Makaldia fue fundado por cuatro jóvenes: Guillermo Bernal, Iñigo Allica, Aurelio de la Torre y Araceli Uríbarri. Tres de ellos eran ex alumnos del Colegio Urdaneta, aficionados al baloncesto y la vida al aire libre. Ellos fueron los primeros monitores. Después se sumarían en sucesivas oleadas, Alberto Barcenilla , Ainhoa Oleagotia, Ainhoa Rementería , Asier Oleagoitia, Irantzu, Víctor del Amo, Rubén, Adrián, Pedro Ruiz, Mónica Martín, Cristina Gamboa, Nerea Matute, Jon Zubeldia, Silvia, Gorka, Ignacio, Natalia, Jordi, Ramón y Luis.

Recuerdo que las primeras excursiones fueron en otoño de 1988 a Orduña y a Urkiola. El primer taller, un sábado por la tarde, fue de botellas de sal pintada con tiza. Mi madre todavía guarda una de aquellas botellas. Durante el invierno hacíamos excursiones de día a Zalla, a Bermeo, al Txinbito,  y también salidas de fin de semana o de 3 a 4 días a los albergues de la diputación: Euba, Atxondo, Zarauz, Izurtza, entre otros.

Los campamentos de verano eran en la chopera del padre de Aurelio, en la localidad burgalesa de El Berrón, en la entrada del Valle de Mena, en las cercanías de Balmaseda, el Pantano de Ordunte, el monte Kolitza, junto a la frontera entre Burgos y Vizcaya, Euskadi y Castilla.

Participé como chaval unos cinco años, y después unos 4 años como monitor. Tuvimos dos campamentos "normales" en 1989 y 1990, un campamento volante en torno a Ordunte y Kolitza en 1991, y un campo de experiencias en 1992. A partir de 1993 ya entré como premonitor en lo que fue la Campaventura, que fue un campamento temático, ambientado en un mundo fantástico, dirigido por el gran Alberto Barcenillas. Después vinieron varios campamentos temáticos más, hasta 1996. Creo recordar que en 1997 fue el último, pero yo ya no asistí más que un día de visita.

Inspirado por aquellas experiencias, me formé como Monitor de Educación en el Tiempo Libre en la Escuela Iturralde de Itaka-Escolapios de Bilbao. El curso duraba todos los sábados por la mañana durante un año, además de varios monográficos de un día entero. Dos obligatorios, como el Perfil del Monitor y Dinámica de Grupos, y dos optativos. Yo elegí el de Educación para el Desarrollo y el de Educación para la Paz. Aún recuerdo varias de aquellas dinámicas, como la de los Papalagi, que fraguaron en mí un incipiente interés por la interculturalidad y una mirada crítica a los modelos de desarrollo y las desigualdades Norte - Sur.

Gazte Makaldia, "chopera joven" en euskera, fue muchas cosas para mí, probablemente para muchos. Fue una fuente interminable de buenos recuerdos, de nuevas experiencias, de sensaciones, de desafíos. Fue compañerismo, trabajo en equipo, sensación de comunidad. Fue descubrirnos y abrirnos a explorar el mundo. Fue aprender a amar y cuidar la naturaleza. Fue un baño de pluralismo, donde pude conocer a personas de distintos orígenes sociales y creencias políticas muy diferentes a la mía.  Fue un espacio de libertad y creatividad colectiva. Fue una escuela de aprendizaje vivencial, donde aprendí cosas tan importantes como armar una tienda de campaña, hacer mi mochila, cocinar. lavar platos, fregar, barrer, limpiar baños, clavar clavos con un martillo, armar un mecanotubo, construir un comedor, pintar un puente, guiar grupos. aplicar primeros auxilios. contar cuentos, organizar una misa,  tocar la guitarra, improvisar, planificar, facilitar dinámicas y evaluar, hacer un vivac, hacer mimo, hacer masajes, probar el txakolí...

Sin duda, gran parte de lo que soy hoy, especialmente en relación con el amor a la naturaleza, el compromiso con la sostenibilidad, la pasión por la educación experiencial y la facilitación tiene sus raíces en aquellas vivencias entre los once y los veinte años.

Compostar como práctica espiritual


 Ayer, durante el Curso Maestro de Ecoaldeas y Comunidades Resilientes, en el que participo como docente en los módulos de Liderazgo Participativo y Economía Regenerativa, el experto alemán Holger Hieronimi desde la Granja Tierramor en Eranguarícaro, Michoacán, México, nos dijo:

Como alemán bastante racional, también me doy cuenta de esta necesidad que tengo como ser humano de desarrollar mi propia espiritualidad. Para mí empezó al tocar la tierra. Tocar la tierra es un buen inicio.  Simplemente tocar el suelo. Ver el suelo, cómo se transforma. Darse cuenta de que en esta interfaz entre el Cielo y la Tierra hay más microorganismos que humanos sobre el planeta. En una manita de esto hay más vida que seres humanos en la Tierra.

Este trabajo de cómo podemos convertir un suelo estéril en un suelo fértil. Y por qué no hablar de la composta que tenemos que hacer. Yo creo que hacer la composta es uno de los trabajos más espirituales que podemos hacer. Es literalmente transformar la basura de esta sociedad de crecimiento industrial a través de un proceso de aireación. Es también cómo transformar toda esta mucre, la basura con los desechos que ha dejado en mi propia alma, en un abono que pueda nutrir las plantas, y que puede retroalimentar este proceso. 

Caminos espirituales hay muchos. Observar cómo son estos ciclos de crecimiento, clímax y transición, ruptura y decrecimiento. Me invita a observarme en qué momento estoy yo. En qué momento está la naturaleza. Ahí es importante saber donde está, para realizar una acción aterrizada. Se trata por tanto de una espiritualidad aterrizada, una espiritualidad de la tierra. No una espiritualidad desconectadas, que de estas hay muchas y ese es un peligro constante.

Durante siglos los alquimistas buscaron la piedra filosofal para transformar el plomo en oro. La antigua alquimia en su dimensión material sentó las bases para la actual ciencia de la química. En su dimensión espiritual inspiró futuros desarrollos de la psicología como el concepto de individuación propuesto por Carl Gustav Jung. 

Inspirado por estas reflexiones de Holger, tomando la alquimia como metáfora, podríamos decir que en la actualidad, en esta era geológica del Antropoceno en la que nos encontramos, el plomo podría representar a los residuos orgánicos. El oro, podría representar el abono para nutrir un suelo fértil. Y por tanto, el compost podría ser la verdadera piedra filosofal olvidada en nuestro jardín. Y el compostaje, la más actual y ecológica expresión de la alquimia y de evolución espiritual: aquella que permite transformar los patrones lineales de una economía degenerativa en ciclos circulares en una economía regenerativa.

"El alquimista hablando con la Naturaleza" 

(Jean Perreal) 

De don Alejandro a don Fernando

Estábamos en quinto de E.G.B. en el Colegio Urdaneta. Nuestro enjuto y demacrado profesor tutor, don Alejandro, era de la vieja escuela. La bata blanca quedaba grande y remangada sobre su pequeño cuerpo de baja estatura. La espalda, algo encorvada por la edad. El rostro, arrugado y de una tez casi amarillenta con pronunciadas  manchas oscuras en la piel. Las gafas, de marco marrón y lentes gruesas "culo de botella". Su escaso cabello gris peinado hacia atrás rodeando su amplia calva. La larga y temible regla de madera siempre lista para ejercer algún que otro castigo físico sobre nuestros temerosos cuerpos infantiles. En matemáticas, nos hacía interminables concursos de cálculo mental. Comenzábamos todos de pie y si nos equivocábamos en el cálculo, debíamos sentarnos uno a uno, hasta que quedara el último que ganaba la competencia. Le teníamos un apodo, que no mencionaré aquí, por respeto a su memoria.

Aquel último trimestre, don Alejandro, había enfermado de un cáncer de páncreas y tuvo que dejar de darnos clase. Entonces llegó como reemplazante don Fernando. Un profesor joven, entusiasta, participativo. En matemáticas, don Fernando nos enseñó las sumas de fracciones, y el cálculo de mínimo común múltiplo y máximo común divisor. En ciencias naturales, nos invitó a realizar un herbario para aprender a clasificar las hojas. Para el desfile de las fiestas del colegio, decidimos disfrazarnos de ninjas, pero el nos sugirió que fuéramos ninjas pacifistas. Así que inventó una canción en verso que se convirtió en nuestro himno. El himno de los ninjas buenos.  Aún recuerdo algunas de aquellas estrofas, con un pegadizo soniquete.

Somos los ninjas buenos

y no nos gusta matar

ni con flechas con veneno

ni con dardos ni puñal

En las guerras y luchas 

al final perdemos todos

muertes y pérdidas muchas

ganancias de ningún modo.

sábado, 7 de noviembre de 2020

Don Alberto y el garabato


Corría el año 1987. Yo estaba en cuarto de E.G.B. Tendría unos nueve años. Lo recuerdo como si fuera ayer. Una tarde, después del recreo, Don Alberto subió a la tarima. Tomó una tiza con su mano derecha, se acercó a la pizarra de color verde oscuro, trazó un 6 en la pizarra, se giró hacia nosotros, y nos preguntó:

- ¿Qué es esto?

En seguida, varios de mis compañeros, levantaron la mano, con la convicción de tener en su mente la respuesta correcta.

- Un seis!

- No.

- Un número!

- No.

- Un digito!

- No.

- Una cifra!

-No.

- Un guarismo!

-No

Despertó tal curiosidad en nosotros, que todos y cada uno de los cuarenta niños presentes en la sala levantamos la mano tratando de encontrar la respuesta ante un enigma que parecía tan sencillo como imposible.

Después de múltiples intentos, y viendo que nuestro entusiasmo estaba decayendo, comenzó a trazar otros números, y después otros trazos sin significado. Y volvió a preguntarnos. 

-¿Qué es esto?

Tras varios intentos, alguien dijo.

-¿garabatos?

- Sí! - dijo señalando sus trazados en la pizarra - Es un garabato! Esto y esto, y esto también. Son todos garabatos. No es que sea un número que por sí mismo signifique seis, o siete, o nueve. Sino que los humanos nos hemos puesto de acuerdo, hemos llegado a la convención de que ese garabato significa seis. Lo mismo sucede con los otros números, con las palabras o con otros signos y símbolos. Son convenciones. Los humanos se han puesto de acuerdo para que tengan un significado determinado.

Aquello me voló la cabeza. Hoy lo miro en perspectiva y sin duda fue un concepto umbral. Gracias a esa distinción fundamental, muchos años después, pasada la universidad pude entender otras palabras  como "paradigma", "epistemología", "construcción social", que hoy uso con frecuencia en mi trabajo.

Don Alberto era un profesor de mediana edad, posiblemente en torno a los cincuenta años. De piel morena, ojos algo saltones, robusto, con  visible sobrepeso, las manos grandes. Le gustaba fumar puros. Era habitual en aquel tiempo verlo fumar caminando con sus colegas en el patio, mientras hacían sus turnos de vigilancia, antes de que el Padre Ángel Castro tocara el silbato para señalar el fin del recreo. Solía vestir con pantalón de pana, con chalecos de rombos, camisas oscuras, generalmente con los primeros dos botones de la camisa desabrochados.

Se diferenciaba del resto porque hacía las clases enteramente participativas. Abría espacios de diálogo genuino. nos alentaba a levantar la mano, a debatir, a expresar nuestra opinión, a discrepar y a desarrollar nuestro pensamiento crítico. Al final de aquel año, en el desfile de disfraces del mes de mayo, nuestra clase decidió disfrazarse de chinos. Preparamos un dragón chino y ganamos el concurso de aquel año. El premio fue un día de excursión a visitar el Museo Etnográfico de Artziniega.

Lo recuerdo como un profesor con una paciencia enorme, aunque también en algunas pocas ocasiones llegamos a conocer los límites de su paciencia. De él recuerdo haber escuchado por primera vez la frase "La paciencia tiene un límite".  Fue después de pegar un manotazo a un compañero. Recuerdo que le dijo "Me ha dolido a mí más que a ti". Fue la primera vez que vi a un hombre adulto, grande como el solo, reconocer su error y disculparse ante un niño.

Posiblemente, no era un profesor perfecto, como no hay humanos perfectos. Pero era un profesor muy humano. Lo recuerdo con gran cariño y gratitud. Y sin duda, para mi, fue alguien que me mostró que es posible enseñar de manera entretenida, participativa e inspiradora, un sello que busco imprimir en cada una de las sesiones de aprendizaje que facilito en mis clases y talleres.

Allá donde estés, muchas gracias, Don Alberto.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Christine Hogan, mi mentora.

Aún recuerdo el día en que la conocí. Llegó a mi puerta una noche de invierno de 2007. Ella había venido a Sudamérica para participar en un congreso en Perú y dado que su vuelo de regreso a Australia pasaba por Santiago, tenía un par de días para visitar Santiago. Envió un mensaje a la lista de correos del Foro Intercultural Latino y me ofrecí a recibirla y hacerle una visita guiada a las montañas.

Aquella noche fría y oscura en un Santiago cubierto por la llovizna, cuando abrí la puerta me encontré con una mujer mayor, flaquita, más baja que yo, con grandes lentes, con un gorro de colores vivos, un chubasquero brillante, una mochila a sus hombros y una gran y memorable sonrisa.

Yohana había preparado mariscal aquella noche, una suerte de sopa de pescado y marisco cocinada en una olla de greda.

Al día siguiente nos levantamos temprano y subimos a Farellones para que pudiera conocer la Cordillera. Le mostré el Santuario de Yerba Loca, paramos en los miradores con las mejores vistas y visitamos el Colegio Farellones, donde conversó con los estudiantes y, sobre un globo terráqueo, les mostró dónde está Australia.


Aquel día de viajes conversamos durante horas. Ella me contaba sus experiencias en sus viajes y proyectos en el sudeste asiático.  Yo le contaba de mis desafíos en la cordillera. De ella escuché primero sobre el Open Space Technology. Aunque todavía no alcanzaba a comprender de qué se trataba.

En su noche de despedida, salimos a tomar un vinito al "Bajo Llave", un bistro subterráneo en el Barrio Lastarria, con Christine,  con Yohana y con Claudia Raffo

Aquella noche me regaló dos de los libros escritos por ella: Practical Facilitation. Toolkit of techniques y Understanding Facilitation.Theory and Principles.

El resto me los envió fue enviando en paquetes por correo desde Australia: Facilitating Empowerment. Facilitating Multicultural Groups y Facilitating Cultural Transitions. Aquel verano me los devoré todos, uno a uno. Aquellos textos fueron clave para motivarme a iniciarme como facilitador independiente.

Estaré eternamente agradecido de Christine, a quien considero mi mentora y maestra, porque me mostró el camino de la facilitación. Movida por su gran generosidad y entusiasmo, me regaló todos los libros que ella había escrito para que pudiera leerlos con calma. Me mostró que es posible dedicar la vida a facilitar, y que se puede vivir de ello.  Y me mostró que existe un universo de posibilidades más allá del lucrativo mercado corporativo, en el que es posible poner la facilitación al servicio de procesos sociales, públicos, comunitarios. 

En sus libros encontré la suficiente seguridad para lanzarme a emprender como facilitador de desarrollo humano, organizacional, comunitario, local, territorial y sostenible. 






domingo, 1 de noviembre de 2020

Aproximarme a la Casa Común: la Naturaleza como Prójimo


El pasado sábado participé como invitado en un conversatorio en línea sobre el Cuidado de la Casa Común en el marco de un encuentro virtual de jóvenes latinoamericanos convocado por la comunidad ecuménica de Taizé en Alagoinhas, Brasil.

La lectura central del encuentro era la parábola del Buen Samaritano. La tradicional pregunta de ¿Quién es mi próximo? se había reformulado la pregunta por ¿a quién me aproximo? ¿a quién me hago cercano?

Me invitaron a reflexionar y compartir mi mirada respecto a la posibilidad de entender la naturaleza como prójimo.  Dado que contábamos con traducción no simultánea al portugués, debía hablar con frases breves, lo que me permitía desacelerar mi habitual atolondrado modo de hablar y pausar mientras el traductor traducía al portugués me permitía pensar mejor lo que iba a decir, entrelazando pensamientos basados en pensamientos de Joanna Macy, Daniel Christian Wahl, Francisco de Asís, entre otres. Voy a transcribir aquí algunas de las reflexiones que compartí en aquella instancia.



Muchas gracias por esta presentación. Es para mí un gran honor compartir con ustedes. Siento un gran cariño por la comunidad de Taizé. Participé en muchos encuentros en Taizé (1997 y 1998), en Barcelona (2000), en Cochabamba (2007) y Santiago de Chile (2010). Nací y crecí en el País Vasco, en el Norte de España y llevo 20 años de mi vida viviendo en Chile.



Por mi  trabajo como facilitador de procesos de diálogo para la sostenibilidad, con frecuencia debo viajar y conocer diversos territorios. Cuando trabajo escuchando a las comunidades, escucho el dolor de las personas que viven más cerca de la tierra. Escucho el dolor de los campesinos, escucho el dolor de los pueblos originarios y de las comunidades locales. Escucho cómo se preocupan cuando los ríos se secan, cuando sus animales se mueren por no tener agua, cuando se preocupan cuando los glaciares se derriten, cuando los océano se contaminan por plásticos. Me toca recorrer desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia en el Sur, en las comunidades de alta montaña y sindicatos de pescadores artesanales. Y allá adonde voy, encuentro gente humilde, empobrecida y dolida por el dolor de la Tierra.



Por eso, esta pregunta de ¿a quién me aproximo? es una pregunta muy profunda que abre el corazón. A veces creemos que las zonas de sacrificio, los territorios donde las comunidades sufren por la contaminación están muy lejanas. Cuando vivimos en la comodidad de la ciudad, no vemos como prójimo a las zonas de sacrificio. Y es muy importante sentirlas próximas. Acercarnos a ellas para sentir su dolor. 

Cuando nos conectamos con otro, también nos encontramos conectamos con nosotros mismos. Cuando nos conectamos y vamos al encuentro de la naturaleza, también nos conectamos con nosotros mismos. Por tanto, es una experiencia religiosa. Conectar con la gente y conectar con la naturaleza es una experiencia que re-liga, re-conecta, que nos conecta con uno mismo, y con Dios. Por eso escuchar el dolor de la Tierra y escuchar el clamor de los Pobres es también escuchar nuestro propio dolor. Y solo sintiendo es dolor es posible avanzar hacia la esperanza. Una esperanza activa. No solamente una esperanza pasiva de quedarse esperando, sino una esperanza en acción. 


Cuando enseño Sustentabilidad en las universidades, muchas personas que trabajan en empresas me preguntan cómo contaminar menos, cómo reducir su impacto ambiental. Y a veces respondo que contaminar cada vez menos sigue siendo contaminar, así como robar cada vez menos sigue siendo robar.

Ha llegado un momento en que la Sustentabilidad ya no es suficiente. Es muy importante, pero ya no es suficiente. Es importante avanzar hacia la Regeneración.

Recuerdo la historia de Francisco de Asís, cuando se encuentra frente a la cruz de San Damián y escucha que Dios le dice "Mi casa está en ruinas. ¿No ves que mi casa se derrumba?" Y Francisco pensó que tenía que arreglar esa iglesia. Después cuando volvió, después de un tiempo de haber arreglado aquel templo. Francisco escuchó de nuevo la voz: "¿No ves que mi casa está en ruinas?". Y ahí entendió que no era solo aquel templo, sino que era también la Iglesia. Hoy, nuevamente, cada vez que viajo y converso con la gente empobrecida que siente el dolor de la Tierra, escucho esa misma voz que pregunta: "¿No ves que mi Casa está en ruinas?" pero ahora es la casa común que está en ruinas.


Cuando lo conectamos con la lectura de hoy del Samaritano, leemos que el Samaritano, "se acercó y curó las heridas". Entonces ¿Qué significa hoy reconstruir la casa común? ¿Qué significa sanar las heridas de nuestra Tierra?

Para mí significa acercarme a la tierra. meter las manos y los pies en el barro, arremangarse, y ponerse en acción regenerativa. La Naturaleza tiene la capacidad de regenerarse, pero los humanos estamos reduciendo las capacidades de la Naturaleza para regenerarse. Por eso es importante dejar de hacer todo aquello que disminuye la capacidad de regenerarse de la Naturaleza, y ponernos en acción para ayudar a reconstruir las condiciones que sostienen la vida.