el volcán de tu garganta se destapara,
Si un día por fin
el magma de tu voz fluyera,
Si un día por fin
la rabia disfrazada de pena
se desnudara...
El mundo se sanaría
con el poder de tu fuego
y con él, tu alma.
Yo te esperaría,
tranquilo,
en una cumbre lejana,
testigo privilegiado,
para contemplar el milagro.
Y escucharía desde lejos,
la explosión cósmica,
el telúrico eco
que pondría fin al largo silencio
que no fue ausencia de ruido
sino ausencia de ego.
Si una noche tal vez
los vínculos de oxitocina
te engañaran como sirenas,
con cantos alados
de dopamina y serotonina,
recuerda que quien te ama
no soy yo.
Es solo el universo.
que canaliza en mí
el amor del mundo sanando
por tanto tiempo callado.
Si alguna noche
el lacio telón de tu cabello
revelara el pálido escenario
de mármol de tu cuello,
este espectador expectante ,
este hombre lobo feroz al acecho,
este amante bandido y discreto,
quisiera volverse actor
por un instante,
saltar decidido
desde las sombras
a la escena
de una película de vampiros
y apagar las luces
para encender tu cuerpo.
Si un viernes por la tarde,
al llegar a casa,
el refrigerador vacío
reflejara como en un espejo
el hueco de tu corazón herido
recuerda la luz que habita en tí,
convirtiendo tus grietas en
un espacio abierto,
en un lugar lleno de sentido.
Recuerda, maestra mía,
que en el ojo del huracán,
habita la calma,
que en el rincón más oscuro
habita el misterio
de tu propio poder...
recuerda que desde antes de conocerte
ya estabas en mi secreto olimpo
por haber tenido por maestra
a la más implacable
de todas las maestras.