Tus dones te dan poder,
tus armas te dan poder,
tu belleza te da poder
pero el verdadero poder
no reside ni en tus dones,
ni en tus armas,
ni en tu belleza.
Tu verdadero poder
reside en elegir
cuándo
y al servicio de qué
usar tus dones, tus armas y tu belleza.
Las palabras, las historias y los rituales
te pueden dar poder,
pero también pueden quitarlo,
si les otorgas más poder
del que merecen.
La diosa y la medusa
son ambas poderosas.
Una crea y destruye
desde el amor,
acepta incondicionalmente,
sanando compasivamente
el dolor y la culpa.
La otra crea y destruye
desde el miedo
de una princesa herida
sin querer en bruja convertida,
abusando y manipulando sin permiso
perpetuando el dolor y sufrimiento.
Pero la diosa no eres tú
ni tú eres la medusa,
ni tampoco la princesa ni la bruja.
Todas ellas habitan en ti,
y son parte de ti,
pero no eres ninguna de ellas.
Eres la conciencia
que puede elegir
cuándo
y para qué
y para quién
liberarlas.
Nadie más que tú
puede sentir
lo que late
en lo más profundo de ti,
nadie más que tú
puede elegir
y ése es
tu verdadero poder.
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