Nos encontramos
en aquel encuentro
en la sabana bogotana.
Fueron solo cuatro o cinco días.
Una mañana,
una pregunta apreciativa.
Un silencio, una mirada y zás.
Un umbral.
Un antes y un después.
Un abrazo de oxitocina.
Un espacio seguro,
dentro de un espacio seguro.
A la noche siguiente,
bailar, bailar, bailar
hasta que todo todo todo
se disolviera
al ritmo de cada compás,
salsa, merengue, cumbia y vallenato
hasta quedar sin aliento,
Caminar sin palabras
bajo el firmamento
y relatarnos nuestras vidas
como si fueran historias
a punto de entrelazarse.
En tu espalda,
esa espalda interminable
de nadadora infinita,
en fondo azul
estampada
una frase:
"Todo lo que necesitas está ya dentro de ti."
Una frase grabada ahora en mi memoria.
Un cerro, una virgen morena.
Bogotá a nuestros pies.
Cantos, velas e incienso a lo lejos.
Una iglesia. Amigos. Conversas. Arepas. Historias. Risas.
Y el viento.
El viento sobre tu pelo.
Tu pelo.
Ya todo son recuerdos.
Maldito cangrejo impregnado en tu pecho.
Tenías tantas historias por contar,
Tantos emprendedores por acompañar.
Tantos jóvenes por inspirar.
Tantos sueños que encarnar.
Tantos encuentros por convocar…
Y ahora nada.
Solo nos queda recordar
tu sonrisa y tu nombre
Y en tu nombre,
inspirar a más jóvenes,
contar más y mejores historias,
convocar más y mejores encuentros,
impulsar a más emprendedores
a ser más valientes para encarnar
sus sueños más temidos
que ahora ya son también los nuestros.
Partiste una noche, entre dos días.
El día de la Tierra y el día del Libro.
para que pudiéramos
recordarte en cada paso,
y en cada página.
Algo aquí adentro
se quiebra en pedazos.
“Quiero aprender de ti, ser tu aprendiz”
-me dijiste.
Pero esperándote estaba
una más poderosa Maestra.
Ahora tú serás mi maestra,
en cada escenario,
en cada taller,
en cada círculo,
allí estará
tu grandeza.
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