Comparto aquí los apuntes de una entrevista que me realizó mi amigo y facilitador peruano Rodrigo Arce, en el marco de su investigación doctoral en la Multiversidad Edgard Morin.
Rodrigo Arce: ¿Cómo abordas la complejidad desde la facilitación?
Pablo Villoch:
Para mí abordar la complejidad desde la facilitación es más que una metodología, pues tiene que ver con una cosmovisión, es un modo de ser y estar en el mundo.
Para mí abordar la complejidad desde la facilitación es más que una metodología, pues tiene que ver con una cosmovisión, es un modo de ser y estar en el mundo.
Existen diferentes manifestaciones de complejidad cuando trabajas como facilitador: la complejidad del cliente, la complejidad del grupo y mi propia complejidad. La complejidad se expresa desde un átomo hasta el universo.
La complejidad es algo que se incorpora en el todo el proceso de la facilitación:
1.- El codiseño
Se parte de la solicitud de un cliente que puede ser un organismo, una empresa o comunidad (lo llamamos a veces "sistema cliente")
El sistema cliente tiene un quiebre, un problema, un dolor, una tensión, un desafío.
Se busca identificar la situación deseada partiendo de la situación actual.
A través de la escucha profunda (directa o usando medios de comunicación) se busca comprender de donde viene el dolor, cuáles son las intenciones, las inhibiciones, los no dichos, los silencios para identificar las variables claves del sistema.
Además de los discursos también se busca conocer sus creencias, valores, emociones, miedos. Todo esto es muy intuitivo no siempre fácil de sistematizar.
La principal herramienta aquí son las preguntas. Las preguntas pueden ser para entender los insumos, los productos, las relaciones, las historias, los desafíos y las potencialidades.
Una vez comprendido el sistema se puede diseñar pero es importante que se haga con el cliente (Co diseño). De esta manera el sistema cliente comienza a descubrir sus propias posibilidades, estrategias, recursos que de algún modo los externaliza con el facilitador. El hecho de reflexionar lo refuerza, lo fortalece, le abre posibilidades.
Es un proceso de acompañamiento más que de intervención.
En este momento del proceso hago preguntas sobre el propósito, la situación deseada, los entregables, los indicadores de éxito tanto cualitativos como cuantitativos. También colaboramos para que el grupo se proyecte al futuro deseado, cómo se ve la gente en su mente, sus acciones, sus habilidades. Esto nos permite identificar las intenciones en cada uno de los niveles.
En esta etapa del codiseño se van intuyendo las metodologías, técnicas y prácticas que serán necesarias dependiendo el tipo de desafío.
A veces el proceso se diseña con más apertura a lo emergente del sistema, a la inteligencia colectiva. Existen diferentes tipos de desafíos.
Diferencio si se trata de un problema claro y una solución conocida y eficaz puede ser un sistema complejo más lineal. En ese caso ya sabemos lo que hay que hacer.
Pero también puede ser que el sistema sea complejo y necesita una solución lineal para un desafío simple.
Si el desafío es difuso, ambiguo, con muchos actores, entonces se requiere una aproximación más abierta a lo emergente. Ahí aparecen prácticas como el espacio abierto, el café global, el círculo, la indagación apreciativa. Lo emergente no solo se refiere a pensamiento sino a un estado del ser. Implica estar abierto a lo que emerja.
Cuando es más simple el enfoque es más cartesiano, una dinámica, la reflexión y la síntesis.
Se parte de la solicitud de un cliente que puede ser un organismo, una empresa o comunidad (lo llamamos a veces "sistema cliente")
El sistema cliente tiene un quiebre, un problema, un dolor, una tensión, un desafío.
Se busca identificar la situación deseada partiendo de la situación actual.
A través de la escucha profunda (directa o usando medios de comunicación) se busca comprender de donde viene el dolor, cuáles son las intenciones, las inhibiciones, los no dichos, los silencios para identificar las variables claves del sistema.
Además de los discursos también se busca conocer sus creencias, valores, emociones, miedos. Todo esto es muy intuitivo no siempre fácil de sistematizar.
La principal herramienta aquí son las preguntas. Las preguntas pueden ser para entender los insumos, los productos, las relaciones, las historias, los desafíos y las potencialidades.
Una vez comprendido el sistema se puede diseñar pero es importante que se haga con el cliente (Co diseño). De esta manera el sistema cliente comienza a descubrir sus propias posibilidades, estrategias, recursos que de algún modo los externaliza con el facilitador. El hecho de reflexionar lo refuerza, lo fortalece, le abre posibilidades.
Es un proceso de acompañamiento más que de intervención.
En este momento del proceso hago preguntas sobre el propósito, la situación deseada, los entregables, los indicadores de éxito tanto cualitativos como cuantitativos. También colaboramos para que el grupo se proyecte al futuro deseado, cómo se ve la gente en su mente, sus acciones, sus habilidades. Esto nos permite identificar las intenciones en cada uno de los niveles.
En esta etapa del codiseño se van intuyendo las metodologías, técnicas y prácticas que serán necesarias dependiendo el tipo de desafío.
A veces el proceso se diseña con más apertura a lo emergente del sistema, a la inteligencia colectiva. Existen diferentes tipos de desafíos.
Diferencio si se trata de un problema claro y una solución conocida y eficaz puede ser un sistema complejo más lineal. En ese caso ya sabemos lo que hay que hacer.
Pero también puede ser que el sistema sea complejo y necesita una solución lineal para un desafío simple.
Si el desafío es difuso, ambiguo, con muchos actores, entonces se requiere una aproximación más abierta a lo emergente. Ahí aparecen prácticas como el espacio abierto, el café global, el círculo, la indagación apreciativa. Lo emergente no solo se refiere a pensamiento sino a un estado del ser. Implica estar abierto a lo que emerja.
Cuando es más simple el enfoque es más cartesiano, una dinámica, la reflexión y la síntesis.
2.- La interacción con el grupo
Es aquí cuando uno se enfrenta con la complejidad y debe abordarla desde la diversidad de saberes, emocionalidades y trayectorias. Un facilitador cartesiano se puede perder entre tantos niveles.
Eso implica físicamente estar bien aterrizados, con los ojos, la mente y las manos abiertas.
La facilitación es ponerse al servicio del grupo en la complejidad. Para mi es clave que las prácticas del facilitador estén orientados en el servicio.
También es posible que surjan valores contrarios a los del facilitador entonces se requiere capacidades para suspender el juicio, saber enfrentar las sombras y dragones del facilitador.
No obstante, puede ser que no era lo que pidió el cliente. A veces las organizaciones y las personas están muy marcados por pensamientos lineales, cartesianos, reduccionistas, fragmentados y se anclan en juicios, en críticas a lo que consideran infantil y desestructurado. Aparece la resistencia, los temores, sea porque tratan de mantener privilegios o formas conocidas de hacer las cosas.
Dentro del evento o proceso es importante evidenciar la complejidad. Esto se puede hacer mediante pensamiento visual, legos, constelaciones, telarañas. Entonces decimos esto somos, esto es lo que nos está pasando. El sistema se sana cuando se acepta a sí mismo. Amar lo que hay, aceptar lo que está emergiendo en el sistema. De todas maneras uno corre el riesgo de simplificarlas. Se requiere un grado de simplicidad para abordar la complejidad: simplicidad sin llegar a reduccionismo. El reto es como quedarte con los principios y el propósito sin perderte en las ramas.
Hay que tener presente que el facilitador trabaja con la conciencia colectiva como una propiedad emergente.
Una de las propiedades de los sistemas complejos es la autoorganización. En este caso el rol del facilitador es, paradójicamente, organizar la autoorganización.
Nuestro rol es actuar como un contenedor emocionalmente seguro. En ese caso ponemos un desafío con una pregunta, delimitamos con base en ciertos principios, establecemos acuerdos para la convivencia y después sostenemos el espacio para que la complejidad haga su proceso.
Para mí un indicador central es el brillo de los ojos que da cuenta que se ha desplegado emocionalidad, inspiración, reconexión, una experiencia religiosa que nos reconecta, nos religa con nosotros mismos y el sistema. Esos ojos brillantes que indican la presencia de oxitocina, hubo cariño, amor, ternura; que se construyó algo más relevante como relaciones de confianza.
En ocasiones la gente declara que vuelve a creer en la inteligencia colectiva. Una aproximación lineal genera productos pero no necesariamente moviliza emocional y espiritualmente. En este caso el impacto es más relacional. Tiene que ver con lo emocional, con la inspiración, con el orgullo, con la alegría.
También he observado que quedan capacidades mejor desplegadas que están inhibidas en el sistema. Las capacidades tienen que ver con crearse a sí mismos, se superen barreras paradigmáticas o de actitudes de desconfianza.
Estos cambios profundos reciben diferentes nombres como desplazamiento del observador, el cambio del umbral ontológico, la transformación del ser. Procesos facilitados desde la complejidad tienen el potencial de ser profundamente transformadores, abren posibilidades, empoderan a la gente. Una vez que atraviesas el umbral ya no vuelves a ser el mismo.
El acompañamiento desde la complejidad hace que el equipo se sienta con sentido de apropiación y por tanto más responsable de las consecuencias de sus actos. Se siente no sólo empoderado sino que se hace cargo de las consecuencias (accountability).
Es interesante también anotar que se sana el sistema como el facilitador. Es una relación biunívoca, de interpenetración mutua. Cuando el facilitador no se transforma termina inhibiendo al grupo.
En general hablamos de la evolución del sistema, la conciencia evolutiva del sistema. El sistema se da cuenta de sí mismo y de su propia complejidad. Cuando uno se hace consciente del quiebre se puede gestionarla y resolverla.
3.- La cosecha colectiva
El método tradicional es sistematizar de manera más positivista y cartesiana y de una sola mano. Muchas veces por eficiencia terminamos haciéndolo de esa manera.
No obstante, para ser coherentes con la complejidad la sistematización tiene que ser un proceso de construcción colectiva, que respete las propiedades emergentes.
La cosecha debe ser un proceso de construcción compartido de sentido. Devolvemos la información al sistema para que se mastique y digiera de manera conjunta, compartida. De esta manera logramos mayor compromiso con las acciones.
Es aquí cuando uno se enfrenta con la complejidad y debe abordarla desde la diversidad de saberes, emocionalidades y trayectorias. Un facilitador cartesiano se puede perder entre tantos niveles.
Eso implica físicamente estar bien aterrizados, con los ojos, la mente y las manos abiertas.
La facilitación es ponerse al servicio del grupo en la complejidad. Para mi es clave que las prácticas del facilitador estén orientados en el servicio.
También es posible que surjan valores contrarios a los del facilitador entonces se requiere capacidades para suspender el juicio, saber enfrentar las sombras y dragones del facilitador.
No obstante, puede ser que no era lo que pidió el cliente. A veces las organizaciones y las personas están muy marcados por pensamientos lineales, cartesianos, reduccionistas, fragmentados y se anclan en juicios, en críticas a lo que consideran infantil y desestructurado. Aparece la resistencia, los temores, sea porque tratan de mantener privilegios o formas conocidas de hacer las cosas.
Dentro del evento o proceso es importante evidenciar la complejidad. Esto se puede hacer mediante pensamiento visual, legos, constelaciones, telarañas. Entonces decimos esto somos, esto es lo que nos está pasando. El sistema se sana cuando se acepta a sí mismo. Amar lo que hay, aceptar lo que está emergiendo en el sistema. De todas maneras uno corre el riesgo de simplificarlas. Se requiere un grado de simplicidad para abordar la complejidad: simplicidad sin llegar a reduccionismo. El reto es como quedarte con los principios y el propósito sin perderte en las ramas.
Hay que tener presente que el facilitador trabaja con la conciencia colectiva como una propiedad emergente.
Una de las propiedades de los sistemas complejos es la autoorganización. En este caso el rol del facilitador es, paradójicamente, organizar la autoorganización.
Nuestro rol es actuar como un contenedor emocionalmente seguro. En ese caso ponemos un desafío con una pregunta, delimitamos con base en ciertos principios, establecemos acuerdos para la convivencia y después sostenemos el espacio para que la complejidad haga su proceso.
Para mí un indicador central es el brillo de los ojos que da cuenta que se ha desplegado emocionalidad, inspiración, reconexión, una experiencia religiosa que nos reconecta, nos religa con nosotros mismos y el sistema. Esos ojos brillantes que indican la presencia de oxitocina, hubo cariño, amor, ternura; que se construyó algo más relevante como relaciones de confianza.
En ocasiones la gente declara que vuelve a creer en la inteligencia colectiva. Una aproximación lineal genera productos pero no necesariamente moviliza emocional y espiritualmente. En este caso el impacto es más relacional. Tiene que ver con lo emocional, con la inspiración, con el orgullo, con la alegría.
También he observado que quedan capacidades mejor desplegadas que están inhibidas en el sistema. Las capacidades tienen que ver con crearse a sí mismos, se superen barreras paradigmáticas o de actitudes de desconfianza.
Estos cambios profundos reciben diferentes nombres como desplazamiento del observador, el cambio del umbral ontológico, la transformación del ser. Procesos facilitados desde la complejidad tienen el potencial de ser profundamente transformadores, abren posibilidades, empoderan a la gente. Una vez que atraviesas el umbral ya no vuelves a ser el mismo.
El acompañamiento desde la complejidad hace que el equipo se sienta con sentido de apropiación y por tanto más responsable de las consecuencias de sus actos. Se siente no sólo empoderado sino que se hace cargo de las consecuencias (accountability).
Es interesante también anotar que se sana el sistema como el facilitador. Es una relación biunívoca, de interpenetración mutua. Cuando el facilitador no se transforma termina inhibiendo al grupo.
En general hablamos de la evolución del sistema, la conciencia evolutiva del sistema. El sistema se da cuenta de sí mismo y de su propia complejidad. Cuando uno se hace consciente del quiebre se puede gestionarla y resolverla.
3.- La cosecha colectiva
El método tradicional es sistematizar de manera más positivista y cartesiana y de una sola mano. Muchas veces por eficiencia terminamos haciéndolo de esa manera.
No obstante, para ser coherentes con la complejidad la sistematización tiene que ser un proceso de construcción colectiva, que respete las propiedades emergentes.
La cosecha debe ser un proceso de construcción compartido de sentido. Devolvemos la información al sistema para que se mastique y digiera de manera conjunta, compartida. De esta manera logramos mayor compromiso con las acciones.
Hay prácticas muy sencillas que ayudan al facilitador como la respiración, meditación que ayudan a estar más presentes y abiertos. Cuando uno facilita la complejidad uno tiene que estar presente y conectado con el propósito.
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