La aceleración de los avances tecnológicos en robótica e inteligencia artificial está
sentando las bases de un nuevo modo de entender el trabajo. Llevamos en
nuestros bolsillos smartphones y
aspiramos a vivir en Smart Cities. Son comunes en ciertos círculos los términos
de “computación cognitiva”, “machine learning” o “deep learning”. Por su parte,
los avances en astronomía nos han llevado a explorar la posibilidad de
encontrar un día formas de vida en otros planetas. Sin embargo, me pregunto si
en lugar de buscar vida inteligente en otros planetas, no deberíamos preocuparnos
primero por la vida inteligente sobre el nuestro y ocuparnos en desplegar la
inteligencia colectiva en nuestras organizaciones para abordar sabiamente los desafíos
que enfrentamos como humanidad.
Hace algunos años, en un webinar con
jóvenes líderes en el norte de Europa, el reconocido experto estadounidense Peter
Senge, nos confesaba a los asistentes cómo había evolucionado en su enfoque
desde “Learning Organization” a “Organizational learning”, esto es, desde la “Organización
que aprende” hacia el “aprendizaje organizacional”.
Al convertirse en un concepto de
moda durante los años 90, muchas empresas e instituciones deseaban ser “organizaciones
que aprenden” para aparentar ser inteligentes, posicionándose como modernas y
no quedarse fuera del tren de la última moda del management. Sin embargo, una difusión superficial del término,
llevó a que fuera percibido por muchos como un adjetivo, como una categoría
binaria que se poseía o no se poseía. O eras una “organización inteligente que aprende” o “no lo eras”. Esta
comprensión omitía lo más relevante, que es el proceso de aprender colectivamente a partir de la experimentación y la reflexión individual, grupal y
colectiva.
Han pasado más de veinte años y
aún hoy me encuentro con frecuencia, especialmente en mis proyectos de
consultoría en el ámbito educativo, el concepto aún vivo de “comunidad que aprende”. Y nuevamente
me encuentro con la misma simplificación, ya sea de un anhelo percibido como
inalcanzable, o bien de una declaración formal sin sustento de evidencias en la
práctica. Sin embargo, si entendemos
el aprendizaje
como un fenómeno emergente a partir de la coexistencia de ciertas
condiciones, este proceso puede ser facilitado e incluso acelerado de modo
mucho más asequible.
Aunque pueda parecer un juego de
palabras, o tan solo una perogrullada, es posible aprender a ser organización
que aprende. A ser organización que aprende, se aprende en el acto de aprender
colectivamente. El aprendizaje colectivo implica un comportamiento adaptativo
ante los variantes estímulos del entorno. Este comportamiento adaptativo
proviene de sucesivos ciclos iterativos de experimentación activa, observación
reflexiva, conceptualización abstracta y aplicación práctica.
Así como un etólogo distingue
aprendizaje en un animal cuando presenta un comportamiento distinto ante un
estímulo del entorno, una organización aprende cuando es capaz de transformar y
mejorar adaptativamente sus
prácticas, sus sistemas de gestión, sus modelos de negocio, sus procesos
productivos, sus estilos de relación como respuesta a los desafíos de su entorno. Para poder sentir oportunamente las
tensiones del entorno –brechas entre lo existente y lo deseado- las
organizaciones deben dotarse de órganos
sensitivos, que pueden tomar forma de encuestas, formularios online,
instancias de diálogo, focus groups, monitoreo de redes sociales, u otras instancias
y canales para escuchar las necesidades, intereses y expectativas de cada una
de las partes interesadas. Junto con ello, Dee Hock plantea que las
organizaciones también necesitan dotarse de una estructura flexible, la mínima necesaria para poder cumplir con su propósito. En el momento en que la
estructura es mayor de la necesaria, la propia supervivencia del sistema se pone
en riesgo por el anquilosamiento de sus procedimientos (la esclerotización de la tecnoestructura, en palabras de Antonio
Freije)
Para que las tensiones sentidas
sean movilizadoras de cambios, se requiere construir una cultura abierta al aprendizaje libre de miedo, donde se valide
sistemáticamente el error como una
oportunidad genuina de aprendizaje y
motive sistemáticamente la experimentación, la reflexión y la acción. La
construcción de una cultura con esos rasgos será resultado de un liderazgo sistémico que acoge e inspira
una visión compartida, acompaña y transforma. Pero no basta con una
flexibilidad estructural, también es clave la flexibilidad cognitiva y
narrativa, para poder ir modificando, ampliando o reemplazando unos modelos mentales obsoletos por otros
más pertinentes para el momento en que vivimos. Un alto grado de diversidad en los equipos permitiría
poder distinguir oportunidades frente a las que una cultura endogámica
mantendría puntos ciegos.
En el último tiempo, se han
difundido numerosas prácticas de diversos ámbitos que permiten facilitar y
agilizar los procesos de aprendizaje colectivo:
- En el mundo del desarrollo de software e ingeniería de sistemas, se ha difundido durante los últimos años un conjunto de principios y prácticas ágiles, que incorporan una lógica iterativa que permite acelerar los procesos de aprendizaje grupal en el desarrollo de proyectos.
- Desde movimientos diversos como cooperativas, ecoaldeas y empresas sociales de la nueva economía regenerativa nos llega una versión actualizada de la sociocracia que también permite profundizar la responsabilidad compartida en los procesos de llegar acuerdos, con claridad de roles y efectividad, permitiendo el despliegue de la inteligencia colectiva.
- En el ámbito del emprendimiento se han difundido masivamente enfoques como el Design Thinking y Lean Startup que se basan también en la iteración permanente para garantizar el contraste continuo de hipótesis a partir de evidencias.
- Entre quienes cultivan el conjunto de prácticas denominadas Art of Hosting, o el Arte del Liderazgo Participativo, también es común escuchar la distinción de la inteligencia colectiva como un fenómeno emergente que se evidencia cuando se propician ciertas condiciones de autenticidad, conexión con el propósito, seguridad, polinización cruzada, inclusión de la diversidad, libertad con responsabilidad, preguntas significativas y mecanismos de visibilización del pensamiento y su recolección, permitiendo a los grupos aprender juntos a construir el futuro que verdaderamente desean vivir.
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