En estas vacaciones he tenido la
oportunidad y privilegio de recorrer en
familia la ruta inter lagos desde Villarrica hasta Puerto Varas. Visitamos los
lagos de Villarrica, Caburgua, Calafquén, Panguipulli, Pirihueico, Llanquihue,
Puyehue, Rupanco y el lago Todos Los Santos. Rodeamos los volcanes Villarrica,
Llaima, Mocho Choshuenco, Puntiagudo, Calbuco y Osorno. Recorrimos las Termas
de Curarrehue, la Reserva Huilo Huilo - con el Salto Huilo Huilo y el Puma-,
los Ojos del Caburgua y los Saltos del Petrohue. Pasamos por Pucón, Lican Ray,
Calafquen, Neltume, Puerto Fuy, Puerto Octay, Ensenada, Valdivia, Frutillar y
Puerto Varas.
Reconozco que la mejora de la infraestructura
y la conectividad - mejores carreteras- ha hecho más accesible al público la
belleza natural de los paisajes. Sin embargo, confieso una gran decepción. Las
maravillas naturales de Chile... sus paisajes únicos y extremos corren el
riesgo de convertirse - si no se han convertido ya - en un bien de consumo
masivo.
Así como el Rey Midas convertía
en oro todo lo que tocaba, pareciera que el mercado convierte en producto
desechable todo lo que toca. Me impresionó ver cientos de personas abarrotando los
senderos para sacarse selfies con poses artificiales y sonrisas forzadas con
los paisajes de fondo. Esas fotos poblarán las redes sociales para ganar likes,
reforzando así el ciclo del eco-narcisismo masivo. Pareciera ser que, movidos
por la buena intención de masificar el turismo - "la industria sin
chimenea" - hemos terminado convirtiendo los hermosos parajes naturales en
centros comerciales, nuestros senderos de los bosques en avenidas peatonales,
nuestros caminos rurales sufren los tacos citadinos mientras los tranquilos pueblitos sufren los
problemas de estacionamiento de la gran ciudad.
¿Dónde quedó el encuentro íntimo y profundo -
casi sagrado- con la naturaleza?
¿Donde quedó el espacio para la
contemplación, para la admiración de la creación?
Si la masificación del llamado
ecoturismo no va de la mano de una profunda conciencia colectiva, de una
educación ambiental y sensibilización sobre el rol del ser humano en la
conservación de los ecosistemas, no solo habremos desaprovechado una oportunidad
dorada, sino que habremos fracasado como generación.
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