Tocopilla, Tocopilla,
orgullo de Chile, vergüenza de
Chile.
Tocopilla abandonada,
como tus mujeres de pescadores y mineros,
que con sabor a sal y sudor
caminan por tu silencio de mar y desierto.
Iza tu bandera agrietada ante el olvido
quema las glorias de tu puerto salitrero,
deja de soñar tu pasado esplendor,
Despierta la fuerza telúrica de tus montañas,
que guarecen en su secreto cofre
tu secreta esperanza de cobrizo cobre.
Cuna de ilustres Alexis y Jodorowskys,
tus pies marcan goles culé
entre maestros y magas en lejanos puertos
entre maestros y magas en lejanos puertos
como en un acto de psicomagia
del cabaret místico de una ciudad gótica,
pacífica, oceánica y mediterránea.
Piedra de camello sin paje,
perdida entre azules de mares y vientos
y amarillos del rocoso
desierto,
chimeneas rojiblancas se yerguen macabras
vertiendo su vómito de hollín y carbón
en las sábanas tendidas al sol
de tu mediodía polvoriento.
Tétricos y oscuros jotes
te sobrevuelan hambrientos
buscando cobijo en las sombras
de sus saladas negras alas
esperando una muerte que no muere,
porque en el limbo aún no nace.
Como el oleaje sacude tu memoria,
borra mis huellas, olvida mi nombre,
borra mis huellas, olvida mi nombre,
que no vuelvan a pisar mis pies
tu sagrada y maldita orilla.
(Tocopilla, 1 y 2 de diciembre 2011)
tu sagrada y maldita orilla.
(Tocopilla, 1 y 2 de diciembre 2011)
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