Vivimos un siglo XXI en el que lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer. Es por tanto un siglo de transición, de crisis, de incertidumbre. El siglo XXI comenzó con la caída de las torres gemelas. Después cayeron grandes empresas como Enron, Arthur Andersen, las sucesivas burbujas inmobiliarias y financieras. Cae la confianza en las instituciones, desde los partidos políticos hasta la Iglesia. Caen los empleos para toda la vida. Cae la cohesión social. Caen los paradigmas a los que nos aferrábamos, y por tanto se desmoronan lo que sostenía con seguridad muchas de nuestras certezas. Cae la biodiversidad, la disponibilidad de agua dulce. Aumenta exponencialmente la población, el consumo la generación de residuos, la desigualdad, las pandemias, el terrorismo... Son presentes que niegan y destruyen el futuro, presentes operando desde el ego que se nutren de un futuro oscuro e hipotecado.
Simultáneamente, emergen nuevas formas de con-vivir, trabajar, aprender, conversar y de entender nuestro ser en el mundo. El
arte de acoger conversaciones con sentido, la red global de
HUBs, el movimiento global de la innovación social, la
teoría U de
Scharmer, el
liderazgo evolutivo, la teoría integral de
Wilber, las escuelas como
Kaospilots y
YIP, el embrión de
noosfera que representa
twitter, los miles de personas que dan un paso al lado del mercado corporativo y deciden explorar caminos menos transitados en busca de sentido. Cada vez, nuevas generaciones de jóvenes talentos deciden con amor, fé y coraje dedicar su vida a construir un mundo mejor en lugar de poner sus dones de juventud al servicio del capital. Podemos encontrar ejemplos en todo el mundo. Son presentes que nutren el futuro, que sueñan y construyen futuros deseados, eu-tópicos.
En estos días inciertos en que vivir es un arte, quien decide emprender conectado con un sentido de propósito, asume un riesgo, se entrega a la providencia "como los pajarillos del campo", que representa a la vez un océano de incertidumbre, salta al vacío con fe, queda solo a la intemperie del mercado. Si además tiene familia, siente la demandante presión de la necesidad de certezas de alimentar y nutrir el pan de cada día a la familia. Surge entonces la pregunta ¿cómo otorgar certezas a la familia en un contexto de incertidumbre?
Mmm. Tela marinera.
Una primera respuesta que emerge del corazón puede ser que la única certeza que necesitamos es la del amor profundo. Que cimentando el proyecto de familia sobre las raíces del amor verdadero, es posible crecer hacia el mundo incierto con seguridad, como el niño se vuelve más resiliente ante la adversidad cuando siente el
apego seguro de su madre (o figura significativa)
Otra posible indagación reside en el significado simbólico de las certezas materiales, como un sueldo o o una casa. ¿Son verdaderamente una certeza que otorga seguridad o son una ilusión de certeza para quien no tolera el fluir de la incertidumbre? ¿Representan una trampa / tentación la certeza material frente al entregarse con fe a la providencia?
La aventura del emprender libremente en la incertidumbre segrega adrenalina, es excitante. Atrae la energía masculina del Yang, salir a conquistar el mundo. Y por tanto, puede generar adicción si no se vive con desapego. La certeza del enraizarse es Yin femenino que contiene, centra, conecta, confiere tranquilidad, seguridad y calma. También puede dejarte paralizado en la comodidad de la zona de confort. ¿Cómo equilibrar
Yin y Yang? ¿Cómo vivir en balance en la paradoja de la Libertad frente a Seguridad, la aventura de la incertidumbre frente a la tranquilidad de la certeza? Sin duda, un desafiante "
Köan". Quizá con "
satori" podremos responderlo.