miércoles, 20 de octubre de 2010
CAMBIO DE PARADIGMAS DE LA EDUCACIÓN
domingo, 17 de octubre de 2010
EL PASO NATURAL HACIA LA SOSTENIBILIDAD
Esta semana me han invitado a participar como colaborador de El Porta(l)voz, perteneciente a la ATEI (Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas), creada en 1992 para gestionar la Televisión Educativa y Cultural Iberoamericana. Impulsado por esta invitación, incluyo aquí una columna breve que escribí hace unos meses para el Diario Los Andes de Trujillo, Venezuela. Una nota para no sembrar la confusión entre los lectores hispanoparlantes: En este texto usé las palabras "sustentable" y "sustentabilidad" como sinónimo de "sostenible" y "sostenibilidad" con el único propósito de acercar el estilo de redacción al habla local común en muchos rincones de Sudamérica. Sin embargo, considerando las distintas definiciones que propone el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, reconozco que es más adecuado usar "sostenible" y sus derivadas.
“Muchas señales indican que estamos en un periodo de transición global, en que parece que algo antiguo se está desmoronando mientras algo nuevo está naciendo con dolor, como si algo se derrumbara mientras algo más todavía confuso, se vislumbra entre los escombros.”
(Vaclav Havel)
El término “sustentable” se ha usado para describir tantas realidades en tan distintos ámbitos que corre el riesgo convertirse en un concepto tan elástico que casi cualquier empresa de casi cualquier industria busque atribuirse el término para calificar su negocio o su proceso productivo. Algunas empresas mineras claman para sí el concepto de “minería sustentable”, los destinos turísticos se adscriben al “turismo sustentable”, los municipios creen trazar planes de “desarrollo territorial sustentable” y las constructoras dicen que construyen edificios sustentables”. Esto nos indica que cada organización estira el concepto tanto como puede y lo adapta a su conveniencia a la realidad o intereses de su sector.
Simultáneamente, es tal la interrelación de las problemáticas asociadas a los desafíos de la sustentabilidad –deforestación, biodiversidad, cambio climático, acceso al agua potable, reciclaje, energías renovables, pobreza, seguridad alimentaria, derechos humanos… por nombrar tan solo unos pocos- que resulta difícil para un no iniciado tomar decisiones de negocio con sentido en un contexto tan complejo.
De las dos consideraciones previas anteriormente expuestas, se deriva la necesidad de una definición única, válida, robusta, basada en consenso científico de la sustentabilidad que sea a la vez funcional y práctica para poder tomar decisiones concretas, responsables e informadas en el mundo de los negocios. Se requiere además de una aproximación estratégica, estructurada, pero al mismo tiempo sencilla y fácilmente comunicable, para poder planificar y gestionar con una mirada estratégica en un entorno tan turbulento.
Pues bien, esa definición de sustentabilidad y la mencionada aproximación ya existen, y hay muchas empresas e instituciones que las están aplicando en todo el mundo. Dicha definición fue consensuada por numerosos científicos y académicos de diversas disciplinas y se enmarca en el denominado Marco para el Desarrollo Sostenible Estratégico, más conocido en el mundo de los negocios como The Natural Step (TNS) Framework, en referencia a la fundación de origen sueco que impulsó su creación en 1989, liderada por el doctor y oncólogo Karl Henrik Robert. El mencionado Marco se fundamenta en una definición pasada en cuatro principios tan sencillos de comprender como los siguientes:
(I) …concentraciones de sustancias extraídas de la corteza terrestre
(II) … concentraciones de sustancias producidas por la sociedad
(III) … la degradación por medios físicos
y (IV) ,las personas no están sometidas a condiciones que vulneren sistemáticamente su capacidad de satisfacer sus necesidades. (*este último principio está sometido a revisión)
En otras palabras, podemos entender la sustentabilidad como la capacidad de la sociedad humana de sostener la vida indefinidamente dentro de los ciclos de la naturaleza, satisfaciendo las necesidades de las generaciones actuales sin menoscabar la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades.
Existen cientos de casos de éxito que demuestran la necesidad de equilibrar economía y ecología en el mundo de los negocios. Mencionaré tan solo algunos casos emblemáticos, como los de una importante cadena de hoteles de Escandinavia que involucró a sus más de mil empleados en un concurso de ideas para tomar medidas que minimizaran el impacto ambiental de la gestión de las operaciones de sus hoteles. En un breve periodo de tiempo obtuvieron más de mil quinientas ideas sencillas y prácticas que permitirían a la empresa reducir sus gastos al mismo tiempo que generar un menor impacto ambiental. Es especialmente relevante el caso de una empresa estadounidense líder en el mercado corporativo de moquetas y suelos flotantes, que al darse cuenta de lo absurdo que resultaría crecer indefinidamente hasta tapizar el mundo con sus moquetas, optó por transformar su modelo de negocio, pasando de un modelo basado en la producción y venta masivas a un modelo en el que arriendan, recogen, reparan y sustituyen metros cuadrado de suelo.
En definitiva, una empresa socialmente responsable debe ser también sustentable y considerar tanto el medio ambiente como la comunidad como variable clave para la toma de decisiones en un contexto de negocios.
LUCES Y SOMBRAS DE LA HUELLA DE CARBONO: Una mirada estratégica hacia la Sostenibilidad
ISO 26.000, Pacto Global, EIA, GRI, AA 1000, ISO 14000, SA 8000, FSC, LEED, huella del agua, huella ecológica, huella de carbono… En el creciente mercado global de servicios para la responsabilidad social y la sostenibilidad existe un complicado entramado de siglas y números en el que abundan certificaciones, modelos, sellos, directrices y guías que raramente se articulan entre sí. Cada año aparecen nuevas herramientas y conceptos que hacen cada vez más difícil la ya ardua tarea de permanecer actualizado. Por ello, a menudo los profesionales de la sostenibilidad deben lidiar con las paradojas de mantener el foco de sus prioridades y estar atentos al último concepto de moda.
En este complejo contexto, es fácil caer en la trampa de comprometerse con herramientas que nos conducen a callejones sin salida, haciéndonos creer que vamos en la dirección correcta. Un ejemplo de ello podría ser la creencia crecientemente extendida de que para ser “sostenible” basta con medir, reducir y compensar la huella de carbono. Ante la irrupción del desafío del cambio climático en la agenda pública global, el mundo corporativo ha buscado asociar sus marcas a conceptos como “carbono neutral”, y los gobiernos más visionarios han apostado por políticas públicas tendientes a reducir la dependencia de combustibles fósiles. Entre todas las iniciativas, destacan la propuesta de Sarkozy de exigir el etiquetado la huella de carbono, los impuestos e incentivos tributarios a las energías renovables no convencionales, la exigencia de Wal-mart a sus proveedores de informar la huella de carbono en sus productos.
Chile no se ha quedado atrás en esta tendencia internacional. Ya cuenta con una Bolsa Climática, impulsada por la Fundación Chile donde se negocian bonos de carbono donde las empresas pueden compensar aquellas emisiones que no logren reducir por completo. Y ya se cuenta con la primera municipalidad chilena carbono neutral, la primera viña certificada como carbono neutral y la primera universidad que está midiendo su huella de carbono. Hasta la revista Capital ha lanzado un ranking de aquellas empresas que mejor gestionan su huella de carbono.
Si bien las emisiones de CO2 de Chile están por debajo de las cifras de gran parte de los países europeos, hay que reconocer que las emisiones chilenas están en un rápido crecimiento, situándose a la cabeza en la región. Esto puede implicar futuras amenazas a la competitividad de las exportaciones chilenas destinadas a mercados de consumo masivo en Europa y EEUU. Las industrias que podrían verse más afectadas en el mediano o largo plazo podrían ser las del vino, la fruta y el salmón. Si Chile gestiona adecuadamente su matriz energética, sus exportaciones podrán mantener baja la huella de carbono de sus procesos de producción, pero si comienza a considerarse en el etiquetado las emisiones del transporte de los productos y continúa creciendo la sensibilidad de los consumidores del Europa y EE.UU, la lejanía geográfica de Chile respecto de sus mercados le podrían hacer perder parte de su ventaja competitiva.
Otro riesgo asociado al énfasis en los mecanismos de compensación de emisiones por sobre los mecanismos de reducción, es que puede caerse en efectos de rebote, en que las empresas continúen aumentando sus emisiones, tranquilas porque puede resultar más fácil compensar que reducir. Así como durante la Edad Media surgió todo un mercado de bulas papales que garantizaban la indulgencia plenaria, lo que permitía a la nobleza seguir pecando, sabiendo que tenían ganado un espacio en el cielo, en la actualidad los bonos de carbono eventualmente podrían convertirse en las bulas del siglo XXI.
Si bien desde la óptica optimista y pragmática del “todo suma”, todos estos esfuerzos pueden estar bien intencionados y bien encaminados, existe un riesgo de caer en un excesivo reduccionismo de pensar que basta con medir, gestionar, reducir y compensar la huella del CO2 para ser sostenibles. No debe olvidarse de que el CO2 es solo uno de los gases cuya acumulación en la atmósfera aceleran el Efecto Invernadero. Y no debe olvidarse que el cambio climático es solo una de las múltiples dimensiones del complejo desafío de la sostenibilidad de la sociedad humana en el Planeta Tierra, y por tanto, la reducción de las emisiones de CO2 es solo una de las múltiples acciones que debemos asumir como humanidad. Pero existen muchos otros desafíos tan importantes y tan complejos, como es la conservación de la biodiversidad de los ecosistemas, la lucha contra la pobreza, la protección de los derechos humanos o la dispersión de sustancias tóxicas persistentes.
Ante la creciente incertidumbre del contexto global y el uso poco riguroso del término “sostenible” y sus derivados -del que se han apropiado ya las más dispares industrias- se requiere enfrentar los complejos desafíos de la sostenibilidad, desde una aproximación sistémica, estructurada y estratégica, que se fundamente en una definición clara de sostenibilidad basada en sólidos fundamentos científicos. De todas las propuestas existentes, el Marco Estrátegico para la Sostenibilidad, internacionalmente conocido en el mundo de los negocios como “The Natural Step Framework” por el nombre de la fundación sueca que lo originó- es el que aporta una perspectiva más sistémica y estratégica, como lo demuestran las numerosas empresas multinacionales y organizaciones de diversa índole (desde municipios en Canadá hasta universidades en España) que lo han usado para guiar sus decisiones estratégicas de transformación organizacional de sus modelos de negocio hacia la sostenibilidad.
sábado, 9 de octubre de 2010
CONFERENCIA SOBRE EMPRENDIZAJE SOSTENIBLE
martes, 5 de octubre de 2010
SUMERGIRSE EN LA VIDA Y EL TRABAJO. Menos Porter y Más Capra
La semana pasada tuvimos una inspiradora reunión con unos colegas consultores en un centro de liderazgo e innovación en una hermosa casa en la precordillera de La Reina. Estábamos conversando sobre posibles programas de formación que ligaran las competencias de consultoría con el paradigma de la sustentabilidad. Tratando de visualizar el perfil del egresado, lanzamos muchas ideas sobre la mesa acerca del perfil del egresado, co-inspirados por Maturana, Ken Wilber, Blanchard y Echeverría, emergió un lema que nos motivó… “Menos Porter y Más Capra”. Para los no iniciados, aquí pueden leer más sobre Michael Porter y Fritjof Capra.
Surgieron varias señales interesantes. Un psicólogo que lleva años trabajando con empresas mineras nos contaba que las mineras encuentran dificultades para captar profesionales que estén dispuestos a trabajar en minería. Al parecer, el talento joven cada vez es más consciente de la importancia de la calidad de vida y de valores asociados a la sustentabilidad. Por otro lado, cada vez nos encontramos con más y más profesionales en sus cuarenta que han visto cómo se han ido derrumbando sus certezas, se han convertido en “refugiados corporativos”, dan un paso al lado y optan por un sendero de autenticidad, entregados a navegar la incertidumbre en busca de sentido.
En todas las conversaciones en las que he estado últimamente sobre educación, emprendimiento y sostenibilidad, emerge la necesidad de re-pensar los paradigmas desde los que opera la educación actual en gestión y empresariales. Seguimos enseñando con paradigmas fundados en las certezas del siglo XIX y nuestros jóvenes emprendedores necesitan nuevas miradas, competencias y herramientas para enfrentar el siglo XXI, que vendrá marcado por la incertidumbre. Este video de Sir Ken Robinson resume muy bien este desafío: