Esta semana me han invitado a participar como colaborador de El Porta(l)voz, perteneciente a la ATEI (Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas), creada en 1992 para gestionar la Televisión Educativa y Cultural Iberoamericana. Impulsado por esta invitación, incluyo aquí una columna breve que escribí hace unos meses para el Diario Los Andes de Trujillo, Venezuela. Una nota para no sembrar la confusión entre los lectores hispanoparlantes: En este texto usé las palabras "sustentable" y "sustentabilidad" como sinónimo de "sostenible" y "sostenibilidad" con el único propósito de acercar el estilo de redacción al habla local común en muchos rincones de Sudamérica. Sin embargo, considerando las distintas definiciones que propone el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, reconozco que es más adecuado usar "sostenible" y sus derivadas.
“Muchas señales indican que estamos en un periodo de transición global, en que parece que algo antiguo se está desmoronando mientras algo nuevo está naciendo con dolor, como si algo se derrumbara mientras algo más todavía confuso, se vislumbra entre los escombros.”
(Vaclav Havel)
El término “sustentable” se ha usado para describir tantas realidades en tan distintos ámbitos que corre el riesgo convertirse en un concepto tan elástico que casi cualquier empresa de casi cualquier industria busque atribuirse el término para calificar su negocio o su proceso productivo. Algunas empresas mineras claman para sí el concepto de “minería sustentable”, los destinos turísticos se adscriben al “turismo sustentable”, los municipios creen trazar planes de “desarrollo territorial sustentable” y las constructoras dicen que construyen edificios sustentables”. Esto nos indica que cada organización estira el concepto tanto como puede y lo adapta a su conveniencia a la realidad o intereses de su sector.
Simultáneamente, es tal la interrelación de las problemáticas asociadas a los desafíos de la sustentabilidad –deforestación, biodiversidad, cambio climático, acceso al agua potable, reciclaje, energías renovables, pobreza, seguridad alimentaria, derechos humanos… por nombrar tan solo unos pocos- que resulta difícil para un no iniciado tomar decisiones de negocio con sentido en un contexto tan complejo.
De las dos consideraciones previas anteriormente expuestas, se deriva la necesidad de una definición única, válida, robusta, basada en consenso científico de la sustentabilidad que sea a la vez funcional y práctica para poder tomar decisiones concretas, responsables e informadas en el mundo de los negocios. Se requiere además de una aproximación estratégica, estructurada, pero al mismo tiempo sencilla y fácilmente comunicable, para poder planificar y gestionar con una mirada estratégica en un entorno tan turbulento.
Pues bien, esa definición de sustentabilidad y la mencionada aproximación ya existen, y hay muchas empresas e instituciones que las están aplicando en todo el mundo. Dicha definición fue consensuada por numerosos científicos y académicos de diversas disciplinas y se enmarca en el denominado Marco para el Desarrollo Sostenible Estratégico, más conocido en el mundo de los negocios como The Natural Step (TNS) Framework, en referencia a la fundación de origen sueco que impulsó su creación en 1989, liderada por el doctor y oncólogo Karl Henrik Robert. El mencionado Marco se fundamenta en una definición pasada en cuatro principios tan sencillos de comprender como los siguientes:
En una Sociedad sustentable, la naturaleza no está sometida al aumento sistemático de:
(I) …concentraciones de sustancias extraídas de la corteza terrestre
(II) … concentraciones de sustancias producidas por la sociedad
(III) … la degradación por medios físicos
y (IV) ,las personas no están sometidas a condiciones que vulneren sistemáticamente su capacidad de satisfacer sus necesidades. (*este último principio está sometido a revisión)
En otras palabras, podemos entender la sustentabilidad como la capacidad de la sociedad humana de sostener la vida indefinidamente dentro de los ciclos de la naturaleza, satisfaciendo las necesidades de las generaciones actuales sin menoscabar la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer sus propias necesidades.
Existen cientos de casos de éxito que demuestran la necesidad de equilibrar economía y ecología en el mundo de los negocios. Mencionaré tan solo algunos casos emblemáticos, como los de una importante cadena de hoteles de Escandinavia que involucró a sus más de mil empleados en un concurso de ideas para tomar medidas que minimizaran el impacto ambiental de la gestión de las operaciones de sus hoteles. En un breve periodo de tiempo obtuvieron más de mil quinientas ideas sencillas y prácticas que permitirían a la empresa reducir sus gastos al mismo tiempo que generar un menor impacto ambiental. Es especialmente relevante el caso de una empresa estadounidense líder en el mercado corporativo de moquetas y suelos flotantes, que al darse cuenta de lo absurdo que resultaría crecer indefinidamente hasta tapizar el mundo con sus moquetas, optó por transformar su modelo de negocio, pasando de un modelo basado en la producción y venta masivas a un modelo en el que arriendan, recogen, reparan y sustituyen metros cuadrado de suelo.
En definitiva, una empresa socialmente responsable debe ser también sustentable y considerar tanto el medio ambiente como la comunidad como variable clave para la toma de decisiones en un contexto de negocios.