La semana pasada me tocó un viaje relámpago al Lago Llanquihue. El programa Chile Emprende ha priorizado a lo largo del país una treintena de territorios para focalizar las políticas públicas de desarrollo productivo con un enfoque de cooperación público-privada, conformando consejos territoriales articulados por mesas en las que pequeñ@s empresari@s e instituciones trabajan conjuntamente en el aprovechamiento de las oportunidades de mercado, canalizando los fondos de los diversos estamentos públicos.
Durante dos días, acompañé a la gerente del territorio, Lisette, una joven profesional, que estudió en el ITUR -Instituto EuroChileno de Turismo de Pucón- en una serie de reuniones orientadas a escuchar a los actores locales del territorio para trazar los ejes estratégicos de un proyecto de innovación. Conversamos con gente de Puerto Octay, Llanquihue, Frutillar y Puerto Varas. Hasta me entrevistaron para la radio local de Puerto Octay.
Me dí cuenta de la cantidad de gente que trabaja en lo mismo que trabajé durante tres años, gerenteando un territorio, en lugares extremos, aislados, articulando actores públicos y privados, sin herramientas, con poco respaldo, con muchas ganas y entusiasmo y con mucho , mucho mérito. No les vendría mal un coaching... pensé.
De despedida, una espectacular puesta de sol, tiñendo de rojo las cumbres nevadas de los volcanes Osorno, Calbuco y Puntiagudo, en torno al Lago Llanquihue. Mientras llovía en Santiago, me alejaba contemplando en el espejo retrovisor una enorme luna llena ascendiendo lentamente en el cielo de la Patagonia, reflejándose en el lago e iluminando los volcanes.
El colofón de este viaje fue el reencuentro con Javier, a quien no veía desde el encuentro de Taizé en Cochabamba del pasado octubre. Entre cerveza y cerveza nos pusimos al día y exploramos posibilidades.
Al día siguiente, solsticio de invierno-We Tripantu-aquelarre en los Dragones de la Reina. El ritual perfecto para terminar con un ciclo y comenzar otro nuevo. Amen.
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