En la biblioteca de la casa donde crecí, además de ejemplares del National Geographic, novelas y enciclopedias, había un enorme mapamundi que incluía las diferentes rutas de los viajes de exploración desde Colón hasta el Capitán Cook. Recuerdo que me encantaba sentarme junto al mapa y perderme entre sus meridianos y paralelos, señalar con el dedo un lugar en el mapa y volar con la imaginación hasta allí, soñando como serían sus paisajes de selvas, islas, volcanes, bosques o montañas.
Desde la más tierna infancia cultivé esta pasión por los mapas, ya fueran antiguos, modernos o postmodernos. Pero sin duda, uno de los mapas que más click hicieron en mi mente fue el mapa de Peters. Este mapa, trata de respetar la proporcionalidad las superficies de los continentes, distorsionando sus siluetas.

En la web del Mapa de Peters, es posible aprender más sobre sus orígenes y las ventajas de este sobre la tradicional proyección de Mercator, mostrando con ejemplos claros, como la comparación entre las superficies de China y Groenlandia, la necesidad de replantearse con nuevos parámetros las representaciones gráficas de nuestro mundo.
Al fin y al cabo, los mapas, ya sean mapamundis, croquis, mapas estratégicos, mapas de procesos o mapas mentales son representaciones gráficas de nuestra comprensión del mundo. Por ello, para comprenderlos, es necesario adentrarse en el contexto histórico donde fueron diseñados, y entender las lógicas subyacentes en cada trazo. Por ejemplo, la proyección de Mercator fue diseñada pensando en respetar las siluetas de los contientes, porque eran los principales puntos de referencia para los navegantes de la época. A su vez, devela un Eurocentrismo de quienes lo dibujaron, colocando a Europa como centro del mundo. En Australia, es posible encontrar mapamundis que situan a esta gran isla-continente en el centro del mapa.


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