Durante la primera mitad del siglo XX se construyeron edificios y casas de interesantes características, proyectadas por renombrados arquitectos de la época como Duhart, Bolton, Larraín Bravo, Prieto Casanova, Kulczewski, entre otros. De éste último, se encuentra la que fuera su casa y taller – en calle Estados Unidos – , construida en piedra, hoy declarada Inmueble de Conservación Histórica. A fines del siglo XX, comienza a renovarse el entorno; se restauran fachadas y se recuperan viejas edificaciones, como fue el caso de la Parroquia de la Vera Cruz, declarada monumento histórico, cuya restauración se realizó entre los años 2001 y 2002.
Aumenta la luminosidad del sector, se repavimentan y ensanchan algunas calles, creándose el paseo peatonal de la calle Lastarria, desde Rosal hasta Merced, en donde hoy, una Feria de Antigüedades se instala los días jueves, viernes y sábados, a eso de las 10 de la mañana.
Un conjunto de cafés, restaurantes, bares, librerías, tiendas de diseño, galerías de arte y centros culturales, surgen en las calles visibles y recónditas de este barrio, incrementando la actividad del lugar, ya instaurada en décadas anteriores por el antiguo teatro Ictus, el destacado Cinearte El Biógrafo y el pintoresco restaurant francés Les Assassins, entre otros. El sector ha sido declarado Zona Típica en 1997, gracias a su fascinante arquitectura tradicional, además de los monumentos históricos que le otorgan este valor al entorno: el Museo de Bellas Artes, el Palacio Bruna, la Posada del Corregidor, entre otros.
En resumen, monumentos históricos, arquitectura patrimonial, algunas calles que aún conservan sus adoquines originales, las actividades conjuntas que ahí se realizan, hacen que este barrio, pese a sus esbozos de modernidad, mantenga sus características urbanas de antaño y por sobre todo, que en él se respire esa tradición que lo hace particular, como una pequeña tribu, dentro de esta gran ciudad.
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